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Jeremías 33, 14-16 | 1 Tesalonicenses 3, 12-4,24 | Lucas 21, 25-28. 34-30 

Comenzamos un nuevo año litúrgico. Lo llamamos Adviento. La liturgia, concretamente la celebración de la eucaristía, se viste con vestidos distintos a los que venimos usando hasta ahora. Prevalece el color morado, penitencial, distinto a los colores verde y blanco que predominaban hasta ahora. Todo tiene su sentido.

Principio y fin

No hay fin de una cosa (vida, trabajo, fiesta, etc.) que no haya tenido principio. Y todos tenemos experiencia de ello). Incluso tenemos ingenio para decirnos y decir a otros: “el que mal empieza, mal acaba”. Es sabiduría universal, en la que seguramente todos estamos de acuerdo. Recordamos quizá menos la expresión complementaria: el que bien empieza, bien acaba. Ambas expresiones deben considerarse complementarias. Nos acompañan en silencio, aunque les hagamos no mucho caso. La liturgia de este domingo tiene principio y fin.

Caminamos a Belén, allí nació Jesús

El nacimiento de una criatura es siempre un respiro en el que prevalece el gozo. Se puede tener ciertos miedos y temores. Pero la presencia inocente del/de la nacido/a parece que lo domina todo. ¡Un día es un día! Y a la criatura hay que recibirla bien.

Y le celebraremos el cumpleaños, lo celebramos todos los años. Curiosamente no celebramos la fecha en que fue engendrado/a, sino el día del nacimiento. Por algo será. Los cumpleaños -pocos o muchos- se celebran todos los años. ¡No estará bien olvidar el cumpleaños de Jesús! Ahora bien: “Celebración no preparada, celebración fracasada”.

Caminamos a Jerusalén, estad en vela

Celebramos también las defunciones. Y también ahora caminamos. Celebrar el nacimiento y no las defunciones no dice mucho a favor de ciertos egoísmos. Es una prueba para todos. También esta celebración debe ser preparada, cosa que, entre cristianos, hacemos en largos tiempos de cuaresma. También esta caminata debe ser preparada.

¿Contradicción? No, comunión

Quizá no seamos capaces de unir el principio con el fin. Nos parecería… decir: esta criatura recién nacida, un día morirá. Este difunto/a, un día nació, y entró en la historia.

También Jesús nació y murió

La rueda de la existencia da muchas vueltas, las vueltas de la vida. Nos toca ahora preparar la fiesta del nacimiento de Jesús sin olvidar su final: “¡Un niño nos ha nacido!”, dirá nuestra liturgia en un momento de la Navidad. “Todo está consumado”, dice la liturgia al celebrar su muerte.

Para la semana: Expectación: “La Virgen sueña caminos, está a la espera…”; “La Virgen está bordando / está bordando un pañal…”. Y María junto a la cruz. Siempre ella y con ella, en el principio y en el fin.