Mayo es el mes de las flores, repleto de celebraciones, bautizos, primeras comuniones, confirmaciones; también recordamos a nuestras madres. Y en medio de este ambiente florido y festivo traemos a nuestra memoria la flor más hermosa, la Virgen María, la Madre de Jesús y la Madre de todos los hombres. María nos cuida siempre y nos ayuda en todo lo que necesitemos. Ella nos ayuda a vencer la tentación y conservar el estado de gracia y la amistad con Dios. María es la Madre de la Iglesia. Ella nos enseña a llevar una vida de oración, vivía siempre cerca de Dios. Era una mujer humilde, sencilla, generosa, se olvidaba de sí misma para darse a los demás; tenía gran caridad, amaba y ayudaba a todos por igual; era servicial, atendía a José y a Jesús con amor; vivía con alegría; era paciente con su familia; sabía aceptar la voluntad de Dios en su vida.
Si decimos que María es nuestra Madre se tiene que notar. Se trata de que nos esforcemos por vivir como hijos suyos, mirar a María como a una madre, sabiendo acudir a ella en todo momento, demostrándole nuestro cariño, haciendo lo que ella espera de nosotros y recordándola a lo largo del día, confiando plenamente en ella, rezando en familia las oraciones especialmente dedicadas a María, una de ellas es la que rezamos en este tiempo pascual: Reina del Cielo alégrate. Aleluya Porque el Señor a quien mereciste llevar. Aleluya Ha resucitado según su palabra. Aleluya Ruega al Señor por nosotros. Aleluya Goza y alégrate Virgen María, Aleluya. Porque el Señor verdaderamente ha resucitado. Aleluya.
Ángel F. Mellado