Estamos confinados, casi sin darnos cuenta hemos pasado de una situación de tranquilidad, de seguridad, a una experiencia de fragilidad; cuando nos creíamos todopoderosos, dueños y dominadores del mundo, de golpe nos sentimos pequeños e indefensos. Ahora es el momento de poner a Dios en el centro de esta situación.
Él bien sabe lo que nos pasa, Él guía nuestra vida a buen puerto, a pesar de que ahora nuestra barquilla está agitada por las olas del miedo y de la incertidumbre. Son momentos difíciles los que estamos viviendo, un micro virus nos está haciendo repensar nuestra vida, de caer en la cuenta de que somos poca cosa; pero estamos seguros que con Dios somos grandes, en Él podemos tener plena confianza y seguridad.
En esta encerrona en la que estamos hemos recuperado algo que echábamos en falta: el tiempo. Jamás podríamos imaginarnos que íbamos a tener tanto tiempo disponible. Ojalá que no lo utilicemos miserablemente. Tenemos una buena oportunidad para educar nuestra interioridad, empezando por gestionar mi tiempo en casa con los míos, colaborando, siendo creativo. Ahora es un tiempo de gracia, para mejorar las cosas que veníamos haciendo, para acercarnos a las fuentes de la vida cristiana, como la Palabra de Dios, leyendo cada día las Lecturas; valorando lo que veníamos haciendo diariamente y que ahora no podemos, como comulgar. Cuántas comuniones fáciles hemos venido haciendo. Ahora, al no poder hacerlo, puedes hacer una comunión espiritual, preparándote para recibir bien a Jesús.
Haciendo un buen examen de conciencia, para una buena confesión. Mejorando el trato con Dios en la oración, valorando el silencio, la escucha… Y, sobre todo, para pensar en el otro, sintiéndome solidario con los que están en primera línea haciendo frente al virus: sanitarios, agentes de seguridad y tantos voluntarios anónimos. Eleva una oración por ellos. Como santa Teresita, desde el convento, tú desde tu casa pide por los enfermos, abrázalos con tu oración, es una oportunidad para amarlos, para ponernos en su lugar y, sobre todo, para hacer nuestras aquellas palabras de Jesús: «Nadie tiene amor más grande que el que da la vida por sus amigos».
¡Qué oportunidad para vivir una Pascua auténtica y diferente!
Ángel F. Mellado