Hechos 3 13-15.17-19
1 Juan 2, 1-5
Lucas 24, 35-48
Hemos cel ebrado la Resurrección de Jesús, momento supremo de su viday de la nuestra. Nada fácil de creer. Jesús era consciente de que esos momentos eran difíciles para sus amigos, sus discípulos. Asumir que Jesús había resucitado no era para creerlo sin más.
Y Jesús se hizo presente como su maestro.
Jesús resucitado mimó a sus discípulos. Seguramente pensó que era necesario aparecerse a esos sus discípulos, porque la resurrección no les era sencilla. Se juntaban los que le habían seguido, pero aquello era mucho para ellos. Debieron pasar unos días sin saber qué pensar y hacer.
Y Jesús creyó que era oportuno, y quizá necesario, hacerles una visita ver que era verdad su resurrección y que Jesús no era un fantasma. Y por aquí comenzó. Les dijo: “Mirad mis manos y mis pies; soy yo mismo. Palpadme y ved…”. Pero los discípulos no sabían qué hacer con lo que veían y oían. Y Jesús echó mano de algo que parecía más cercano a los apóstoles, aunque fuera más prosaico. Les dijo: “¿Tenéis algo de comer?”. Pero ni por esas. Los discípulos no acababan de creerlo. Y se escondieron.
Jesús resucitado los buscó
Jesús ya no sabía a qué acudir. Pero los buscó. Les recordó brevemente lo que les había enseñado a lo largo de los años que habían andado juntos. Pero aquello, de lo que tanto habían gozado y seguramente presumido, no era suficiente. Fue necesario algo menos palpable, pero mucho más importante: “Les abrió sus inteligencias para que comprendieran las Escrituras”.
Para la semana: Jesús resucitado se encuentra a lo largo de nuestra vida con nosotros en situaciones difíciles. Jesús no se va a olvidar de nosotros. Dejémonos abrir nuestras inteligencias, y nos haremos testigos de Jesús.