Celebramos el inicio del mes de octubre, mes misionero con la fiesta de Santa Teresita del Niño Jesús, mujer de grandes deseos que encarnó en su vida el «amar a Jesús y hacerlo amar».
Nombrada patrona de las misiones en el año 1927 por el papa Pío XXII, esta Carmelita Descalza, desde su vida oculta consagró su vida al anuncio del Evangelio: «Tengo vocación de apóstol Quisiera recorrer la tierra, predicar tu nombre y plantar tu cruz gloriosa en suelo infiel. Pero, Amado mío, una misión no sería suficiente para mí. Quisiera anunciar el Evangelio al mismo tiempo en las cinco partes del mundo, y hasta en las islas más remotas.
Quisiera ser misionera no sólo durante algunos años, sino haberlo sido desde la creación del mundo y seguirlo siendo hasta la consumación de los siglos».
Santa Teresita consagró su vida al bien de la Iglesia, respondiendo «¡Aquí estoy, mándame!» al llamado de Dios «¿A quién voy a enviar?» (Is 6,8). «¡Aquí estoy, mándame!».
Esta misma respuesta es la que el Papa Francisco nos invita a dar en su mensaje del mes misionero de este año: disponibilidad total, generosidad sin límites, compromiso radical «Aquí estoy, llámame» en el hoy de la Iglesia y de la historia, en esta situación concreta que asola a la humanidad y que desafía nuestra forma de responder desde el salir de nosotros mismos por amor a Dios y al prójimo, para compartir, servir e interceder, ya que «la misión que Dios nos confía a cada uno … nos hace pasar del yo temeroso y encerrado al yo reencontrado y renovado por el don de sí mismo.