En este momento estás viendo DOMINGO DE RAMOS EN LA PASIÓN DEL SEÑOR

 

Entramos en la “Semana Santa”. Entramos en una semana peculiar, sobre todo en los últimos días de la misma. No fue una semana cualquiera. En ella Jesús escuchó lo más duro de su vida y comenzó a abrirse lo mejor de la presencia de Jesús entre los hombres.

Es imposible abarcar lo que llamamos “Semana Santa”. Daremos unas pinceladas que nos acompañen durante esta semana, comenzando por el Domingo que llamamos de Ramos.

Un domingo llamado de Ramos.  

 No son los ramos lo más importante. Pero tienen un sentido importante, sobre todo para quienes han pasado las penitencias de la cuaresma. Los niños lo pasan muy bien. Parecerá que van jugando. Y ello es importante. Los mayores podemos pasarlo mejor, aunque distinto. Será importante imaginar aquella entrada con una música agradable. Sobre todo, si no hemos olvidado algún canto que nos acompañó ya desde pequeños.

 “Bendito el que viene en nombre del Señor” (Marcos 11, 1-10).

 La procesión (donde se mantenga) se convierte en canto de victoria y, más todavía, en explosión de los mayores. Jesús no va ahorcado todavía. Y quienes le han seguido a lo largo y ancho de unos años entre ellos no pueden olvidarlo del todo.

 “No escondí el rostro ante ultrajes” (Isaías 50, 4-7).

 La procesión no fue solamente un grito de cercanía y alegría. Hubo -y seguramente los hay- quienes en lugar de bendecirle le ultrajaban, a veces con palabras secas e indignas. Jesús no escapó de esos momentos -largos momentos- que le ultrajaban. Jesús era consciente de que muchos le odiaban. Él no se escondió. Dio la cara ante los ultrajes.

 “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado? (Salmo 21).

 En esos días todo se volvió obscuro. Jesús no era una piedra. Y llegó un momento en que también Él acudió a su Padre como no lo había hecho antes. Y de los labios de Jesús salieron unas palabras que no habríamos pensado, pero que Jesús no ocultó: “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?”. Sentirse abandonado tuvo que ser muy duro. Jesús no era de piedra.

 Para la semana: Estamos ante una de las semanas más importantes de Jesús. No la olvidemos.