En este momento estás viendo Esperamos despiertos al Señor

Sab 18, 6-9 | Hbr 11, 1-2.8-19 | Lc 12, 32-48 (35-40)

El cristiano camina al encuentro de Jesús. Pero es más cierto que es Jesús quien camina hacia nosotros. Estamos en nuestra casa (o sea: en nuestras ocupaciones, preocupaciones, miedos, deseos, alegrías, etc.) y él llama a la puerta, se presenta de improviso. Todos tenemos experiencia de que alguna vez han querido visitarnos nuestros amigos, y no nos encontraron en casa. Fue una decepción. Quisieron darnos una sorpresa y se perdió todo. ¡Qué pena, decimos! Pero a veces sucede. El evangelio de hoy nos presenta a Jesús viniendo de una boda, quiere contarnos cosas, nos trae un detalle que quiere compartir… y a veces encuentra que la casa está cerrada.

Dios nos busca
San Juan de la Cruz escribió esta hermosa sentencia: “si el alma busca a Dios, mucho más la busca su Amado a ella”. En el lenguaje del amante y el Amado, lenguaje hermoso, San Juan de la Cruz considera la vida como historia de amor, una historia que abarca nuestra existencia, como personas individuales y como comunidad de los que siguen a Jesús. Comenzando nuestra existencia en el amor (por amor fuimos creados y vinimos al mundo), terminaremos en un juego de amor: “A la tarde te examinarán en el amor”. Es hermosa la concepción de la vida del cristiano.

Cuándo y dónde nos busca Dios
Dios no tiene fecha ni hora fija. Dios es una sorpresa permanente. Todos sabemos lo que es una sorpresa: algo imprevisto. La sorpresa nos pilla desprevenidos. No esperábamos una visita, una tormenta, un accidente, una noticia. Todo fue una sorpresa que se adueña de la persona, de la comunidad humana sin dejarle reaccionar. Se hace presente con la fuerza de lo no pensado ni esperado. Dios se hace presente en cualquier recodo de nuestra vida.

“Vosotros estad preparados”
La sorpresa nos pilla con frecuencia desprevenidos, no nos hemos preparado para esa visita o para ese acontecimiento. Por eso, en la vida hay que ser siempre previsores. Así nos darán muchas sorpresas (¡qué cosa tan agradable, la sorpresa de un amigo!), sin que nos pillen con la casa sucia, el frigo vacío, nuestra persona desaliñada… Por eso, porque Dios se hace presente “sin avisar”, es necesario estar prevenidos y preparados por si también él se hace presente de improviso con un pensamiento, un recuerdo, una promesa, una petición….

Dios viene como servidor
Dios siempre se presenta como servidor. Viene sorprendentemente, pero siempre trae algo. Es muy considerado. No se sienta a la mesa para que le den de comer gratis. Él mismo trae la comida y se pone a servir a los comensales. Los visitados se quedan admirados de esta atención. No debería ser tan sorprendente. Hasta nosotros mismos, si nos acercamos a visitar a un amigo, y máxime si nos acercamos a la hora de la comida, sin haber sido invitados ni habernos anunciado, siempre llevamos un detalle que nos acompaña y da un tono familiar a la visita.

Para la semana: estate atento a las sorpresas de Dios. Que no te pille desprevenido, “sin arreglar”. “Cenaréis” juntos y Él te servirá. Será una cena que, en lenguaje de San Juan de la Cruz, “recrea y enamora”.