Isaías 66, 18-21 | Hebreos 12, 5-7.11-13 | Lucas 13, 22-30
Jesús aprovechaba el tiempo, y de camino, cuando era acompañado no sólo de sus discípulos sino de gente, hablaba y, de diversas maneras, exponía su programa de vida. El evangelio de este domingo nos presenta a Jesús así, enseñando por los caminos.
¿Interesa la salvación?
“Uf… Muy largo me lo fiáis!”. Esta era la sentencia del don Juan cuando le preguntaban cosas semejantes. Todos tenemos algo de donjuanes. Con frecuencia echamos balones fuera, buscamos escapatorias… Incluso, lo hacemos con frecuencia. Pero hay preguntas que nos persiguen y no nos dejan del todo tranquilos. Por ejemplo, cuando aparece el tema de la salvación. No queremos pensar en ello ni que nos hablen de ello. “De eso ya no habla nadie”. ¿A quién le interesa?
Jesús hablaba de la salvación
El evangelio no nos dice claramente de qué les iba hablando Jesús por el camino. Pero a juzgar por la pregunta de uno de los caminantes les hablaba de la “salvación”, porque de ella va la respuesta de Jesús a ese uno, que se atrevió a preguntar. Y parece también que al menos a quien pregunta le había impactado lo del número de los que se salvan, que parecía ser pequeño, escaso: pocos. A Jesús la pregunta no le dejó indiferente. Jesús no sólo estaba atento a lo que decía, sino también a lo que podían entender sus oyentes. Era serio al hablar y al escuchar.
¡Qué sorpresa!
Seguramente buena parte del público tenía clara la respuesta que Jesús le iba a dar a ese “ignorante”. Pensaban que se iban a salvar los judíos (la raza), los que “hemos comido y bebido contigo, y has enseñado en nuestras plazas”. Ellos tenían ya la “puerta” abierta para entrar a disfrutar del banquete del Reino. Eran “pocos” en el mundo, pero eran los elegidos. Los no judíos lo tenían crudo. Así pensaban ellos. Pero Jesús tenía otros criterios. A estos creídos, engreídos, de criterios rastreros les reveló la respuesta que les iba a dar el portero cuando pulsaran en la ancha puerta de entrada al Banquete del Reino, una puerta estrecha: “No sé de dónde sois. ¡Retiraos de mí, todos los agentes de injusticia!”. “A vosotros os echan fuera”.
Abriendo puertas
Dios no ha preparado el Reino, el banquete, etc. para quedarse solo. A Dios no le gusta comer solo. Quiere tener consigo a su familia, desconocida de muchos que presumen de ser su familia. Y Jesús, sin pelos en la lengua, habla en nombre de su Padre. Y le dice al portero: “Vendrán de oriente y occidente, del norte y del sur, y se pondrán a la mesa en el Reino de Dios”. ¡Qué sorpresa! “Y [es que] hay últimos que serán primeros, y hay primeros que serán últimos.”
Para la semana: ¡No nos confundamos de puerta! Es probable que se nos vayan los ojos a una puerta “amplia, hermosa…”. No. La nuestra es una puerta “estrecha” que no llama la atención. Pero es la puerta de entrada al Reino.