Josué, 24, 1-2a, 15-17
Efesios 5, 21-32
Juan 6, 60-69
Los evangelios nos presentan con frecuencia a Jesús rodeado de multitudes que querían oírle. Y es verdad. Jesús era muy cercano al pueblo. Sobre todo a la gente sencilla, a los pobres, a los niños. Veía en ellos a los predilectos de Dios. Esta gran verdad no puede olvidarse. Los gestos de Jesús son palabras de más valor que las palabras mismas. Se estaba muy bien rodeando a Jesús.
A veces tuvo también palabras y actuaciones que extrañaban por su ironía y su dureza. Se nos hace difícil imaginar así a Jesús. Pero formaba parte de su personalidad y de su actividad.
Y otras veces se sintió dolido en lo más profundo de su ser al percibir que aquellos a los tanto amaba, sus discípulos, desertaban y se le iban. Esos momentos los recordamos hoy y los traemos a nuestro tiempo, tiempo también de deserciones. El evangelio de este domingo va en esta línea impresionante.
“Crisis profunda entre sus discípulos (6, 60-71)”.
También Jesús experimentó la deserción de entre los que le seguían, de sus discípulos. Y no parece que fueran pocos. El evangelio habla de “muchos”, de “muchos de sus discípulos”, que, a pesar de ser discípulos, “murmuraban” de su maestro. Y no solo eso: “Desde entonces, muchos de sus discípulos se echaron atrás y no volvieron a ir con él. Tuvo que ser una experiencia dura la de Jesús. Y quizá no reparamos en ello.
“¿También vosotros queréis marcharos?”
A Jesús no le fue indiferente que hubiera discípulos suyos que tiraran la toalla. Jesús, que los había llamado “amigos”, lo sintió. No los reprendió, porque aceptaba su libertad, concretamente la libertad de irse. Pero ese abandono le dolió, le dio lástima. Y es que, “algo se muere en el alma cuando un amigo se va”. Y él los había llamado precisamente amigos: “ya no os llamo siervos (había dicho en una ocasión), a vosotros os llamo amigos”. Algo se murió en el alma misma de Jesús cuando veía que sus discípulos se le iban. Jesús no era un escéptico.
Hay crisis de fuga de cristianos también en nuestros días
No somos mejores que nuestros antepasados. Somos sencillamente distintos, pero concretamente en la dimensión religiosa tenemos la misma, o muy parecida experiencia. Tenemos las mismas crisis que entonces y parecidas actuaciones. A veces un poco –a veces un mucho- acentuadas, pero, en el fondo, las mismas. Es bueno tener los ojos abiertos y vernos en el espejo de la historia. También en nuestros días muchos cristianos se vuelven atrás en su vida cristiana y desertan. Y Jesús, centro de nuestra fe, continúa preguntándonos (ahora a nosotros): “También vosotros queréis marcharos?
Para la semana: ante tantas deserciones y abandonos cristianos, Jesús te pregunta: “¿también tú vas a desertar?”