En este momento estás viendo “Todo el mundo te busca…”. “Vámonos a otra parte”

 

Job 7, 1-4. 6-7

1 Corintios 9, 16-19. 22-23

Marcos 1, 29-39

 

En pocas palabras se pueden decir y hacer cosas muy significativas para cualquier cristiano. Incluso realidades que podrían parecer incompatibles: un Jesús que vuela a atender al necesitado y ese mismo Jesús que tiene tiempo para apartarse a estar con Dios. Las personas y Dios no son contrarios. A muchos les puede parecer que los hombres y Dios no son compatibles: si se dedican a una cosa tienen que dejar la otra. No es así. Jesús tenía tiempo para muchas cosas.

 El evangelio de este domingo lo dice con claridad.

¿Jesús curandero?

 Parce que no suena bien la expresión. Pero lo entendemos: a Jesús le comunican que hay una persona enferma y allá se va. Y la enferma se curó. Es cierto que se lo comunican los que rodean a Jesús, los discípulos, podemos decir. Pero Jesús estaba abierto para todos: corrió la voz y se acercaron muchos. Y Jesús “curó a muchos”.

A nosotros nos puede parecer un cuentecillo. Pero no era un cuentecillo.

Tiempo para orar

 Jesús sacaba tiempo para todo: se acostaba pronto y se levantaba “de madrugada” (no siempre, desde luego, pero lo hacía con frecuencia). ¿Y qué hacía tan de mañana? Este domingo nos lo presenta así: “Se levantó de madrugada, se marchó a un lugar solitario y allí se puso a orar”. Lo hacía con frecuencia Jesús a solas. La oración era una compañera permanente. Allí le encontraban varias veces los discípulos cuando le buscaban. Jesús era hombre de oración. Y de oración larga. A los apóstoles les costaba esto. Se dormían las veces que le acompañaban. Jesús lo comprendía, pero se lo recordó varias veces.

Todo el mundo te busca”.

Aunque parece ser algo excesivo, la gente buscaba con frecuencia a Jesús y “Simón y sus compañeros” daban con él. Y sabían lo que tenían que decirle: ¡Maestro!, “todo el mundo te busca”. Los discípulos gozaban presumiendo así. Pero Jesús siempre tenía otras ideas, que no ocultó a los apóstoles. Con naturalidad (y quizá no un poco desanimados) Jesús les decía: “Vámonos a otra parte”.

“Vámonos a otra parte”.

 Seguramente les supo mal a los apóstoles escuchar estas palabras de Jesús. Pero Jesús hablaba con naturalidad y convicción y les decía: “Vámonos a otra parte, a las aldeas cercanas, para predicar también allí, que para eso he salido”.

Para la semana: Somos parte de esas aldeas cercanas a las que Jesús predica. Escuchémoslo. Es el mejor “predicador” quien nos habla.