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Isaías 56, 1. 6-7 | Carta a los Romanos 11, 13-15. 29-32 | Evangelio de San Mateo 15, 21-28

 

 De “gran belleza”, y casi un drama, califican los autores el diálogo entre Jesús y una mujer “cananea”, una madre desesperada ante una hija que se le muere. La mujer ha oído hablar de Jesús y, aunque no es creyente, rompe las barreras y se acerca a ese Jesús del que ha oído hablar.

 El grito de una madre.

 Ante una hija que “se va”, la madre recorre el mundo si puede, antes que dejarla morir. Busca la mejor medicina, cueste lo que cueste. Y en esa circunstancia no mira otra cosa que a su hija. Y aquí, no creyente, supera cualquier barrera y busca la mejor medicina. Ha oído hablar de Jesús, de los milagros que hace, y a Él se acerca. Y ella no piensa en otra cosa que no sea la curación de su hija. Y allí se acerca a ese “médico” del que hablan. Se acerca a “gritos”: “Ten compasión de mí, Señor Hijo de David. Mi hija tiene un demonio muy malo”. Era el grito de la madre.

 Jesús se hace de rogar.

 “Él [Jesús] no le respondió nada”. Parecería imposible que Jesús fuera tan duro con una madre, no hiciese caso ante ese drama. ¿Es que Jesús no tenía corazón? Hasta sus discípulos se atrevieron a pedirle a Jesús: “Atiéndela, que viene detrás gritando”. Y de nuevo Jesús se hizo el loco: “a mí me han enviado para otras personas”.

 La tenacidad de una madre.

Una madre no se da por vencida fácilmente. Tampoco la cananea se daba por vencida. Se acerca a Jesús y se postra a Él diciendo: “Señor, ayúdame”. Y de nuevo Jesús echa bolas a fuera. Pero la madre, tenaz, sigue con calma: “tienes razón”, le dice a Jesús, pero insiste con palabras serenas: “Tienes razón”. Pero una madre, erre que erre, siempre encontrará lo que quizá no se esperaba el mismo Jesús: “Tienes razón, pero…”. La madre siempre encontrará alguna salida.

 La “debilidad” de Jesús.

 Jesús se da por vencido. Hay algo que vence al mismo Jesús: la fe. Y lo confiesa: “Mujer, qué grande es tu fe: que se cumpla lo que deseas”. “Y en el momento quedó curada su hija”. Y bien está lo que bien acaba. Hasta Jesús es “débil” con la mujer que no se cansa de insistir.

 Para la semana: especial para madres que puedan tener hijas enfermas o extraviadas.