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En el ya lejano 1974 Pablo VI escribió una hermosa Exhortación mariana (Marialis cultus), que no ha sido todavía superada. En ella hablaba, en un determinado momento, de las celebraciones marianas “eclesiales” y añadía algunas de carácter local que, por determinadas circunstancias, el pueblo las había convertido en “eclesiales” (del pueblo de Dios en general, que eso es la Iglesia) y el Papa mismo las asumía como tales. No eran muchas. El título de “eclesiales” es una categoría demasiado importante y noble para ser sembrada a voleo. Pues bien, entre esas advocaciones y celebraciones particulares, a las que el pueblo universal ha reconocido como “eclesiales”. y el Papa las asume como tales, recordaba Pablo VI la Virgen del Carmen y la Virgen del Rosario. He aquí sus palabras: hay fiestas marianas “celebradas originariamente en determinadas familias religiosas [Carmelitas y Dominicos respectivamente], pero que hoy, por la difusión alcanzada, pueden considerarse verdaderamente eclesiales (16 de julio: la Virgen del Carmen; 7 de octubre: la Virgen del Rosario”.

1 “Carmen de nuestra Señora”. Estas palabras son la traducción poética de una afirmación familiar entre los Carmelitas y que viene ya de atrás, nada menos que del Papa León XIII: “El Carmelo es todo de María”. El día que los Carmelitas celebran el día de todos los santos del Carmelo (18/11) rezan precisamente así: “Carmen de nuestra Señora / al despuntar la alborada / canta música callada /en tu soledad sonora”. Esta estrofa cae también perfectamente para esta festividad de Nuestra Señora del Carmen. La inspiración sanjuanista (de san Juan de la Cruz) abre la puerta al recuerdo de quienes en el Carmelo han seguido los pasos de “la primera carmelita”, la Virgen María bajo su advocación del Carmen, título que le viene de la cordillera del Monte Carmelo, donde los primeros Carmelitas le dieron culto.

  1. “La difusión alcanzada”. Pablo VI reconocía que esta devoción a la Virgen bajo el título del Carmen fue en un principio devoción en el interior de una determinada familia religiosa, la familia del Carmelo. Pero añadía que tal devoción salió de los límites estrechos de la familia carmelitana para ser compartida por todo el pueblo de Dios, en unos lugares más que en otros, pero, en cualquier caso, alcanzando verdadera difusión, universalidad. Y dentro de ese pueblo de Dios, hay lugares en los que tal difusión adquiere un sentido peculiar, más llamativo, cuantitativamente masivo y comunitariamente más recordado y celebrado. Que una Parroquia lleve el título de Nuestra Señora del Carmen y que sus feligreses la tengan a tiro, desde que nacen hasta que mueren, no debería ser un dato irrelevante. Y que un paisaje hermoso como es Galicia, con su mar y su gente pescadora, de la que es patrona la Virgen del Carmen (Loba de mar, la llamó el poeta: “Que eres loba de mar y remadora /Virgen del Carmen, y patrona mía”), la celebre con procesiones marineras y con gente de a pie por sus calles, sólo debería llamar la atención de su gente noble y agradecida.
  2. “Nuestra Señora del Carmen”. Jugando a ser “poetas” podríamos extrapolar lo que señalábamos antes diciendo: “Carmen de Nuestra Parroquia…”. En estos días de celebraciones, desde las más recogidas hasta las externamente más expresivas, nosotros parecemos esa pequeña “familia” que se ve desbordada por el aluvión de hermanos que nos visitan para celebrar una fiesta de agradecimiento y esperanza. A todos ellos los acogemos en la misma devoción mariana que, sin duda, se hace recuerdo a lo largo de un nuevo año, el que va “de Carmen a Carmen”.

 

Augusto Guerra OCD