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La Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos, que se celebra anualmente, nos ofrece una oportunidad especial para recordar todo lo que tenemos en común, para lamentar el dolor causado por nuestras divisiones, y para pedir al Señor que profundice en nosotros la esperanza de que todos seremos uno algún día en el futuro. Tres grandes iglesias forman este grupo de cristianos: La Iglesia católica romana, las Iglesias ortodoxas y las Iglesias protestantes. Entre ellas hay diferencias importantes que dificultan la deseada unidad. Rezar por la unidad es el deseo de Jesús al Padre, “para que todos sean uno; como tú, oh Padre, en mí, y yo en ti, que también ellos sean uno en nosotros; para que el mundo crea que tú me enviaste” (Jn. 17, 20-23).

La oración por la unidad tiene que ser un impulso del corazón que nos lleve a Dios, para que Él nos una. Necesitamos mirar desde el corazón aquello que nos lleva a la paz, la luz y la felicidad; sentir una verdadera necesidad de unidad, la que viene de Dios, y que se amasa desde el silencio, a solas muchas veces con el Dios amoroso, que nos ayude a dejarnos que el Espíritu trabaje en nosotros.

El ambiente que nos rodea no es favorable, de ahí la urgencia de hacer silencio, y caer en la cuenta de la necesidad de que se haga la voluntad de Dios, y que Él marque el ritmo de nuestra vida, desde lo que Él quiere para nosotros, “para que sean uno, así como nosotros somos uno” (Jn.17,21).

Ángel Fernández Mellado