El penúltimo domingo de octubre se celebra en la Iglesia el día del Domund. El Domund es un día en el que se reza por los misioneros y se colabora con las misiones. Celebrar el Domund no es una novedad. Lo hemos conocido cuando éramos niños/as y corríamos con las huchas para recabar unas “perras” (unas pequeñas monedas) a favor de los misioneros que trabajaban en lugares muy pobres del extranjero. La parroquia y las escuelas vibraban poniendo en el centro de sus atrevimientos casi infantiles a los “negritos”.
“Todo pasa y todo queda”
Todas las cosas cambian. También el “Domund”. Sentir cierta añoranza por aquellas experiencias no es señal de que ya no se tiene sentido misionero. Las cosas cambian (pasan) y los valores se encarnan en estructuras nuevas (y todo queda). La creatividad funciona también aquí: seguimos siendo niños a pesar de los cambios. Y si es en bondades, bienvenidas sean y permanezcan
“Renovar el compromiso misionero”
El Papa Francisco, como sus antecesores, una vez más se hace presente a la comunidad cristiana cuando llega el “Domund” con un mensaje adecuado. Y lo ha hecho también este año 2019. Y hasta ha querido hacerlo con un tono consciente (no cansino, como corremos el riesgo de hacerlo con tantas cosas que se “repiten” en nuestra actividad. El Mensaje para la Jornada mundial de las misiones 2019, comienza con estas palabras: “He pedido a toda la Iglesia que durante el mes de octubre de 2019 se viva un tiempo misionero extraordinario”. Vamos a tomarlo en serio.
Octubre misionero
En ese mismo Mensaje recordaba el Papa: “hoy sigue siendo importante renovar el compromiso misionero de la Iglesia, impulsar evangélicamente su misión de anunciar y llevar al mundo la salvación de Jesucristo, muerto y resucitado”. Un mes no es mucho tiempo, pero es suficiente para “despertar” del sueño y abrir las ventanas de la fe para respirar aires de solidaridad y compromiso, de oración y de dar presencia a tantas cosas como se nos duermen.
Bautizados y enviados
La Iglesia, toda ella, es misionera. Ella nos ha abierto sus puertas el día de nuestro bautismo. Desde entonces nos hemos movido por esta casa como lo que es, nuestra casa familiar. En ella se han oído noticias de esos “familiares” misioneros y, seguramente, ahí hemos sentido en algún momento algo que es esencial: que todos somos misioneros, cada uno a nuestro modo, pero misioneros de verdad. El recuerdo de los lejanos, la preocupación por los bautizados cercanos, el deseo de vivir juntos bautismo y envío puede dinamizar nuestra fe y nuestra fraternidad cristiana.
Parroquia misionera
En una parroquia pueden surgir muchas iniciativas misioneras. Quizá puedan parecer pequeñas. Pero “de los pequeños es el reino de las misiones”. Y todo queda. Yo sé que quienes regentan esa parroquia han tenido sentido y compromiso misionero en la comunidad parroquial. No dudo de que sus iniciativas pueden ser extrapolables a toda parroquia, teniendo en cuenta las peculiaridades de cada una.
Para la semana: ten un gesto misionero en esta semana.