1 Reyes 17, 10-16
Hebreos 9, 24-28
Marcos 12, 38-44
La liturgia de este domingo nos presenta dos hechos, del Antiguo y del Nuevo Testamento, que llaman la atención, quizá nos sorprenden y, hasta puede ser, que parezcan cosa de otros tiempos, porque ponen a prueba dos actitudes o virtudes olvidadas o, al menos, casi no tenidas en cuenta: la generosidad y la confianza.
Además, en el centro de las lecturas que proclamamos están dos mujeres (¡qué raro, dirán algunas/os!), que, además son viudas y pobres. Buen momento para meditaciones no frecuentes ciertamente en nuestra sociedad. Y buen momento para leerlo y releerlo despacio en la soledad.
Marcos 12, 38-44
La escena de la viuda pobre del evangelio proclamado hoy va precedida de una vivencia que encontramos con frecuencia en el evangelio y que Jesús tiene frecuentemente en sus labios: la categoría de quienes en la sociedad de su tiempo eran considerados como guías del pueblo. Fundamentalmente eran los escribas. Generalmente van unidos con los fariseos. En esta ocasión Jesús se limita a los escribas, a los conocedores de las leyes religiosas.
Jesús instruye a la gente
Que con frecuencia es gentío. Y aquí, como en otros frecuentes lugares del Evangelio, Jesús sale en seguida, como que lo lleva muy adentro y le sale espontáneamente, una advertencia: “¡Cuidado con los escribas!”. Jesús no era obsesivo, ciertamente, No la tenía contra nadie. Pero tampoco era lerdo. Conocía el percal. Bajaba a la realidad. Quizá le consideramos un teórico; era más práctico que teórico. Se hacía a la gente, al mundo en que se movía. Conocía sus valores y sus problemas.
Una descripción a pie de vanidad
La descripción que hace de los escribas es demoledora, sin paliativos. Basta leerlo y releerlo despacio. Lo entiende cualquiera. Y lo dice ante el gentío. Son presumidos y avariciosos, sobre todo con los más necesitados (las viudas, por ejemplo, que formaban parte de la gente necesitada). Y todo ello bajo capa de religiosidad: “aparentan hacer largas oraciones”. Esta referencia le dolía a Jesús, hombre del templo. Y no se calló su juicio: “Esos recibirán una condenación más rigurosa”. Palabra de Jesús.
Una descripción a pie de necesidad
Dos viudas pobres llevan una vida muy distinta a la de los escribas. A la viuda de Sarepta, con un hijo, le queda en casa “un puñado de harina”, se ha terminado “pan cocido”, recoge “un par de palos” con los que preparar el pan, “lo comeremos y luego moriremos”. A una madre, esto le tenía que doler sobremanera.
Una descripción a pie de diferencias
“Muchos ricos echaban mucho”, “una viuda pobre echó dos monedillas”. Las huchas del templo conocían esos ruidos. Jesús no temió hablar así al gentío. Era la verdad escandalosa.
Para la semana: El premio de la generosidad y de la confianza: La alcuza no se vació en la casa necesitada y la monedilla se llevó el elogio de Jesús. Es para pensar.