Deuteronomio 6, 2.6
Hebreos 7, 23-28
Marcos 12, 28b-34
Conocemos desde pequeños/as los mandamientos de la Ley de Dios. Seguramente los hemos hasta cantado, Pero seguramente también, de tanto decirlos, cuentan poco en nuestra vida real. Y, sin embargo, en la liturgia de este Domingo podemos ver que ambos forman una buena catequesis salida del mejor catequista que es Jesús. La liturgia de este domingo habla solo de los dos primeros, pero también estamos acostumbrados a decir al terminar los diez; estos diez mandamientos se encierran en dos: amar a Dios y al prójimo. Atendamos, pues, en la liturgia de la palabra de este domingo a ello.
“El primero es,,,”
No lo inventamos nosotros. Está ya inventado desde hace mucho tiempo. Incluso desde el Antiguo Testamento., asumido, es verdad, por el mismo Jesús, Jesús lo asumió en profundidad. Y lo dijo como respuesta a una pregunta que le hizo un escriba, es decir, un maestro de la Ley, un conocedor de la religión. Y no es indiferente el momento y contexto en que se dijeron estas cosas. Fue ante una discusión entre gente importante, que discutía sobre religión.
Uno de los presentes se acercó a Jesús y le preguntó: “¿Cuál es el primero de todos los mandamientos?” (Los judíos tenían muchos mandamientos,). Y Jesús no se hizo el sordo (como a veces hacemos nosotros, cosa también a tener en cuenta en nuestro tiempo). “Jesús le contestó: el primero es: Escucha, Israel: El Señor nuestro Dios, es el único Señor, Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu inteligencia y con todas tus fuerzas”. Eran las palabras que todo buen judío recitaba todos los días, al amanecer y al atardecer. Impresionan sobre todo dos cosas en esta respuesta de Jesús: el verbo amar (amarás) y el repetitivo total (con todo, todas… La totalidad impresiona. Quizá incluso asusta. En cualquier caso, el primer mandamiento es cosa seria.).
“Y el segundo es…”
Tampoco nos inventamos nosotros el segundo mandamiento. Es el mismo Jesús quien lo enseña: “Y el segundo es: Amarás a tu prójimo como a ti mismo”. Este segundo mandamiento lo entendemos mejor (eso creemos nosotros) pero no es menos importante., aunque la totalidad del primero se queda en el “ti mismo” .del segundo. Jesús utiliza también en esta ocasión el verbo “amar”, no otro. Es una buena ocasión para conocernos a nosotros mismos y ver si amamos a otros como nos amamos a nosotros mismos.
Una historia difícil
Parece cierto que a lo largo de la historia religiosa la humanidad se divide en dos: la de aquellos que “aman” solo a Dios y la de aquellos que “aman” solo a su prójimo., los de “arriba”, que se suben al cielo (rezan mucho, van mucho a la iglesia, se comen a los santos, etc.) y los de “abajo”, que no tienen otro horizonte que la tierra. Seguramente esta división tiene algo, o bastante, de caricatura; pero, al mismo tiempo, tiene también bastante de verdad,
Para la semana: que quien ama a Dios ame también al prójimo; y que quien ama al prójimo ame también a Dios, El primero y el segundo mandamiento deben formar una unidad en la vida real del cristiano.