Génesis 18, 1-10ª | Colosenses 1, 24-28 | Lucas 10, 38-42
El evangelio ofrece personajes, situaciones, etc. muy variadas en la vida. Y aunque presentan personajes de hace ya muchos siglos, siguen ofreciendo… El cristiano se puede hacer un listado de personajes, mujeres y hombres, labradores y pescadores… Y hasta niños. Todo eso va configurando la vida de Jesús y debe configurar la vida del cristiano.
Hoy el evangelio nos presenta a dos hermanas que hospedaron a Jesús. ¡Qué envidias, dirán muchas! Y con razón. Hubo también otros momentos de hospitalidad en la vida de Jesús, de María su madre) y de José.
Una hospitalidad
La hospitalidad es muy recordada en el evangelio, concretamente en la vida de Jesús. Es algo que vivió con frecuencia y que se le quedó grabado para tiempos posteriores.
A todos quizá se nos ha quedado aquel momento crítico en que José y María tuvieron que acercarse a Jerusalén precisamente en unos días en que María estaba adelantada en su gestación. Por más que lo procuró san José, no halló posada en el lugar. Y tuvo que arreglarse de mala manera, en el pesebre de un establo, entre un buey y una mula (que han pasado a ser conocidos entre los pequeños y… los grandes)
Cuando Jesús se perdió en Jerusalén
Hubo otras situaciones en las que aquella familia de María, José y Jesús en las que la hospitalidad fue un verdadero martirio. Resultó que uno de la familia, nada menos que Jesús, todavía un niño, se perdió en Jerusalén (que no era un pueblecito). Y el evangelio narra la angustia de sus padres -aquí claramente su madre- y la reacción de su madre: tres días sin dar con el niño. Aquí la culpa no fue del posadero. Pero lo cierto es que sus padres andaban de acá para allá… hasta que dieron con él. ¡Y qué angustia! Y hasta María se enfadó con Jesús. No era para menos, a pesar de que Jesús ya tenía preparada la respuesta (respuesta que María no entendió, con ser su madre)
¡“Santa era santa Marta”!
El evangelio de este domingo nos recuerda una situación en la que Jesús tuvo o quiso hospedarse en casa de dos hermanas, conocidas de Jesús: Marta y María. María, a los pies de Jesús, no se preocupaba de otra cosa que de mirarle y escucharle. Marta, sin embargo, se afanaba por tener todas las cosas en orden y atender a Jesús.
El evangelio, que veía a una y otra hermana, vio que Marta se afanaba demasiado, mientas su hermana María estaba sentadita a los pies de Jesús. Hasta que Marta, que evidentemente tenía confianza con Jesús, le dijo: “¿No te importa que mi hermana se esté ahí, sin hacer nada y me deja sola en las tareas?”. Y Jesús, seguramente que un poco risueño, la contestó: “Marta, Marta, te preocupas demasiado por muchas cosas. Basta una sola. Y tu hermana [María] ha elegido la mejor parte”.
Una lección de Santa Teresa de Jesús
Hay personas, sobre todo muy religiosas, que toman estas palabras de Jesús al pie de la letra.
Santa Teresa de Jesús tenía este problema con algunas de sus religiosas, al menos aparentemente muy contemplativas. Y se atrevió a decirlas: “Hijas, Santa era santa Marta, aunque no dicen era contemplativa”. Y las leyó la cartilla: también hay que comer, y preparar la comida, y servirle y comer con él. “Si se estuviese como la Magdalena, embebida, no hubiera quien diera de comer a este divino huésped [Jesús]”. Y actualizamos: “ni a Jesús ni a nadie! Sencilla e inteligente intervención la de Teresa.
Para la semana: Quizá en tiempos de vacaciones tenemos muchas oportunidades para ejercitar estas Palabras de Santa Teresa de Jesús: “Tienen que andar juntas Marta y María”. Hay tiempo para todo.