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En la Edad Media fue muy común llamar a la Virgen María “Stella maris”, la estrella del mar. Los carmelitas a la vez que llamaron a María la “Flor del Carmelo”, ellos nacieron como orden religiosa en el Monte Carmelo, la invocaron como la “Estrella del Mar”. Así se dirigió a la Virgen San Simón Stock para pedirle la protección sobre los carme-litas: Flor del Carmelo Viña florida, esplendor del cielo, Virgen fecunda, singular. ¡Oh Madre tierna, intacta de hombre, a todos tus hijos proteja tu nombre, Estrella del Mar!

Como Estrella del Mar es conocida la Virgen del Carmen por todos los hombres y mujeres del mar; también la Marina española reconoce a la Virgen del Carmen como patrona: Salve, estrella de los mares, de los mares iris de eterna ventura, salve fénix de hermosura, madre del Divino Amor.

Lo mismo que los carmelitas muchos escritores antiguos llamaron a la Virgen Estrella del Mar, entre otros San Isidoro de Sevilla, quien en el siglo IX escribía que María es la Estrella del Mar a la que debemos seguir con nuestra fe y comportamiento mientras damos tumbos en el mar proceloso de la vida. Ella nos iluminará para creer en Cristo nacido de ella para salvación del mundo. San Bernardo, el gran impulsor de la devoción mariana en el siglo XII, dedicó a la Virgen, invocada como Estrella del Mar, el siguiente texto: Si se levantan los vientos de la tentación: si te arrastran hacia los acantilados de la desesperación… mira la estrella; invoca a María. Si estás a punto de ahogarte las olas de la soberbia, la ambición, la envidia, la rivalidad, mira a la Estrella; invoca a María.

Ángel Fernández Mellado