Esta advocación de Nuestra Señora del Carmen es una advocación singular. La Virgen del Carmen no tiene límites, no conoce fronteras, es de todos los pueblos, de todas las razas, mejor, es de todos los corazones.
Una nota que la caracteriza es precisamente el escapulario, un recuerdo especial de una madre, la Virgen del Carmen, a sus hijos. El mismo Papa Pío XII era un fiel devoto del escapulario de la Virgen. Dijo en cierta ocasión: «Entre las devociones marianas debe colocarse, en primer lugar, la devoción del escapulario del Carmen. Porque por su misma sencillez, y por los abundantes frutos de santificación que aporta, se halla extensamente divulgada entre los fieles cristianos».
El escapulario exige, por parte del que lo lleva, un compromiso de vida cristiana.Y así como no basta estar bautizado para ser buen cristiano, menos aún, bastaría llevar sobre el pecho el escapulario, si éste no es para mí un compromiso que me obliga a sentirme hijo de María y, en consecuencia, a imitar sus virtudes. El orgullo de una madre es que su hijo se parezca a ella.
¿Por qué no nos parecemos a María? En sus ojos, tratando de ver todas las cosas con mirada limpia. En sus labios, no murmurando, no echando por tierra la fama, la honra de nuestros hermanos. Y sobre todo, ¿por qué no nos parecemos a ella en su corazón? Es decir, amando a todos, al igual que ella nos ama a todos. Lleva en tu pecho el escapulario del Carmen. Pero, ante todo y sobre todo, en tu corazón.
Ángel F. Mellado