Eclesiástico 3, 17-20. 28-29 | Hebreos 12, 18-19. 22-24 | Lucas 14, 1. 7-14
Curiosamente las lecturas de este domingo nos presentan a unos invitados y al invitador, así, por este orden. Parecería que debería ser al contrario, pero no fue así. Comienza diciendo: “Cuando seas convidado”…, dejando para segundo lugar: “cuando des una comida o una cena”…. Jesús buscaba algo que pudiera ser entendido.
Nos acechan
Los cristianos (aunque no solo ellos) somos espectáculo para la sociedad y para nuestros cercanos. A nosotros, como al invitado y al invitador de este domingo, nos acechan. Quizá pensamos a veces que a nosotros no nos mira nadie. Sobre todo, cuando se trata de cosas religiosas, cristianas. No es verdad. Estamos a la vista de todos y muchos nos miran. También para muchos somos, sencillamente, ovejas muertas, algo que en nuestros días no dice nada.
Tomar conciencia de que nos miran.
Somos espectáculo, queramos o no. Que nos miren es normal. Al menos algunos nos miran sin saber bien a quién tienen delante o al lado, aunque otras veces nos conocen mejor quienes comparten con nosotros la vida (bien sea íntima, bien sea puramente social), que nosotros mismos. A veces incluso somos nosotros mismos quienes hacemos el cliché de quienes nos miran o creemos que nos miran. Los demás tienen derecho a pensar sobre nosotros, sobre cada uno de nosotros. Y no sería correcto decir: “a mí, que digan lo que quieran”. Eso sería un desprecio hacia quienes comparten con nosotros la vida y a lo mejor la conocen mejor que nosotros mismos.
¿Nos gustan los primeros puestos?
Echando una mirada a la sociedad, parece que sí, que nos gustan los primeros puestos. A veces lo disimulamos y hasta nos hacemos víctimas (“¡mira que hacerme a mí esto…! Con lo tranquilo que estaba yo…, y ahora…”. Y si no son los primeros puestos, que sean por lo menos los segundos. “¡A nadie le amarga un dulce!”, solemos decir. Pero nos gusta estar adelante, que hablen bien de nosotros, etc. Jesús nos da una buena lección.
Un consejo de Jesús
Jesús también daba consejos, propios o aprendidos ya de sus antepasados. En este domingo, los consejos son tanto para el que es convidado como para el invitador. Todos tienen la suerte de que Jesús haya intervenido en ambos aspectos. Y nada menos que en una boda y en una comida, cosas que todos pueden entender, porque ambas las tenemos a la mano.
Es un consejo de humildad: “Todo el que se enaltece, será humillado; y el que se humilla será enaltecido”. Lo entendemos todos.
Viene en su ayuda las primeras palabras de la primera lectura, tomada del libro del Eclesiástico (hacia el año 190, antes de Jesús): “Hijo, actúa con humildad en tus quehaceres y te querrán más que al hombre generoso”.
Jesús baja a la vida
Jesús no era un teórico. Prefería acercarse a la vida real, a la que podía comprender y desear el pueblo sencillo. Y entonces, las palabras de Jesús sonaban mejor. Y todos las comprendían.
Las últimas palabras del evangelio de hoy están en esta línea: “Cuando des un banquete, invita a pobres, lisiados, cojos y ciegos; y serás bienaventurado, porque no pueden pagarte. Te pagarán en la resurrección de los justos”.
Para la semana: ¡Habrá que ir preparando una mesa para cuando nos encontremos donde todo cristiano nos está esperando!