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Jeremías 38, 4-6.8-10 | Hechos 12, 1-4 | Lucas 12, 49-53

Las pocas palabras del evangelio de este domingo dan suficiente materia para hacer una meditación interesante, también en nuestro tiempo y para nuestro tiempo. Todas son palabras de Jesús, de un Jesús que juega con fuego. Es una actitud que parece desentonar con el suave Jesús. Y, sin embargo, Jesús las pronunció como un monólogo que a veces parece encararse con quienes le acompañan tanto de cerca como de lejos. A veces parece encararse desafiando a quienes le rodean y escuchan.

¿Pensáis que he venido a traer paz a la tierra?

Y empieza la filípica. Seguramente diríamos sin titubear: pues claro que sí, que vienes a traernos la paz. Con la necesidad que tenemos de paz en este mundo de violencia y discordia en todas sus expresiones… Paz, queremos paz. Que venga alguien que nos dé paz. De Él nos han dicho muchas veces que Jesús es el “príncipe de la paz”. Y ya desde el portal de Belén oímos cantar la paz. Y lo hemos creído. Pero a veces parece que nos decepciona, porque

“No he venido a traer la paz, sino división”.

Y el lector se queda sin palabras y diciendo para sus adentros: “lo que faltaba, que también Jesús fuera un tipo violento. Y que ahora, desde que Él ha aparecido en la tierra, las cosas van a cambiar”: la división está cantada.

¿Todos contra todos?

Y Jesús no hablaba para el viento. Más bien descendía a las capas más cercanas y conocidas de la sociedad y hasta de la propia casa. No queda títere con cabeza. Realmente, todos contra todos. Basta recorrer las personas que viven en una misma casa (y se nos describe una familia de arriba abajo: el padre, la madre, el hijo, la hija la suegra y la nuera: unos contra otros). Y hasta, tentados dirán muchos: “lo que decimos todos: que en casa no hay quien pare, que es mejor irse por ahí, por donde salga. ¡Ya saldrá algo!

Alguien tiene que traer paz

Eso lo decimos todos. El cristiano cree que ese “alguien” es Jesús: su persona y su palabra. Aunque a veces levanta la voz, como este domingo. Nadie puede arrogarse la persona y enseñanzas de Jesús. Aunque con frecuencia le cargamos a Jesús lo que no se le debe cargar a Él.

Para la semana: No se puede ser neutrales, a pesar de que nuestra naturaleza y nuestro mundo no parece ver otro camino. Aunque no nos lo parezca, Jesús ha venido a traer paz.