Sabiduría 18, 6-9 | Hebreos 11 1-2. 8-19 | Lucas 12, 32-48
Tiempos de miedo, al menos de cierto miedo: personal, colectivo, nacional, internacional, económico, social, religioso… Sin compararlo con otros tiempos, el nuestro es tiempo que con frecuencia (asusta). Esto invita a tener conciencia de ello. Evadirse olímpicamente no tendría sentido. Despreocuparse, tomarlo a broma, a risotada. lo tendría menos aún.
Palabras de serenidad
Pero tampoco son tiempos de desesperación. Las primeras palabras del evangelio de hoy son palabras de serenidad. Seguramente Jesús vio a los discípulos varias veces con miedo. Y eso no le gustaba a Jesús. Jesús no daba ni infundía miedo. Todo lo contrario. A veces les probaba. Pero en seguida les echaba una mano. Y solo les decía: ¡Que poca fe!”. En sus relaciones tan cercanas, e íntimas, con sus discípulos había dificultades de comprensión. Pero no había generalmente -excepto incluso alguna vez- palabras difíciles de entender. Jesús hablaba mucho en parábolas, que no era el lenguaje de los pescadores.
De nuevo la parábola
El domingo pasado topaba la liturgia, como tantas veces, con una “parábola”. La parábola se había hecho familiar en el lenguaje de Jesús y hasta Pedro ya la manejaba en algunas ocasiones. Hoy lo vemos en el texto. Pedro se dirige a Jesús diciendo: “Señor, ¿dices esta parábola para nosotros o para todos?”. Jesús hablaba frecuentemente en/con parábolas. Merece la pena tener en cuenta que “la parábola es una narración breve y simbólica de la que se extrae una enseñanza moral”.
“Pequeño rebaño”
Jesús tenía estas delicadezas. Y a veces, como hoy, llamaba a sus discípulos “pequeño rebaño”. No era un insulto. Era una descripción cariñosa.
Los cristianos somos un pequeño “rebaño”. Tenemos conciencia de nuestra pequeñez. Incluso a veces de nuestra mezquindad. Pero también de nuestra grandeza. Hay niños pequeños que juegan y se divierten con cosas pequeñas, que para los pequeños son grandes, hermosas. Eso nos pasa a nosotros a lo largo de nuestra vida religiosa.
Nuestra grandeza
Nuestra pequeñez es compatible con nuestra grandeza. Somos pequeños, pero también somos grandes. ¿Soberbios? No. Lo dijo Jesús: “A vuestro Padre le ha parecido bien daros a vosotros el Reino”, un Reino que conlleva lo que quizá no nos suena bien a nosotros, pero que sí le sonó bien a Jesús: “Vended vuestros bienes y dad limosna…”. Y un amplio “tesoro” humano y generoso, que pide de nosotros tener “ceñidos los lomos y las lámparas encendidas”.
Para la semana
Tengamos las lámparas encendidas para dominar las oscuridades de nuestro tiempo y, quizá, de nuestra vida. Pero no temamos. Alguien guía nuestra vida de pequeños.