ÉXODO 20, 1-17
1Corintios 1,22-25
Juan 2, 13-25
Desgraciadamente, no todos tienen una casa. Afortunadamente, son muchos los que sí tienen una casa. Nosotros, los que venimos a la “casa” de Dios, somos afortunados con la casa que llamamos Iglesia. No siempre tenemos conciencia de esta casa, incluso cuando entramos en ella. Un breve recorrido por esta casa, casa de todos, nos haría bien. Incluso con las peculiaridades de las diversas iglesias.
Quizá no nos atrevemos a decir que lo que llamamos “Iglesia” es nuestra casa común. Pero debemos atrevernos a decirlo con orgullo. Porque es así. Recordarlo con frecuencia es de todo buen cristiano. Que Dios esté en todas partes no quita que la Iglesia sea el lugar privilegiado para encontrarnos la familia Cristiana.
Venimos a la casa de Dios y nuestra.
Todos los domingos y fiestas venimos a la casa de nuestro Padre Dios. Somos afortunados y allí nos reunimos la familia cristiana. Y seguramente no solo en esos días. Tenemos que confesar que, por desgracia, no se le da al Domingo lo que debería tener.
Atreverse
Quizá no nos atrevemos a decir que lo que llamamos “Iglesia” es nuestra casa. Pero debemos atrevernos a decir que la Iglesia sí es nuestra casa. Y no una casa cualquiera. Dios es nuestro Padre y esto no nos lo puede quitar nadie. Estamos “orgullosos” de poder decirlo. Da un sentido particular a nuestra vida, que no deberíamos olvidar.
“No hagáis de la casa de mi padre un mercado”.
Una de las páginas más “duras” de Jesús, recogida en el evangelio, es la que hoy nos recuerda nuestra celebración. Merece la pena recordarla. De primeras da la impresión de que esas palabras no pueden salir de la boca de Jesús. Pero es el evangelio el que nos las recuerda sin fisuras. Precisamente en días previos a los más solemnes.
Jesús entró en el templo. “Y encontró allí a los vendedores de bueyes, ovejas y palomas, y allí a los cambistas en sus puestos. Haciendo un látigo con cuerdas, echó a todos fuera del Templo, con las ovejas y los bueyes; desparramó el dinero de los cambistas y les volcó las mesas; y dijo a los que vendían palomas: quitad esto de aquí. No hagáis de la Casa de mi Padre una casa de mercado”.
Para la semana: Pensemos lo que vería y haría Jesús si entrase en nuestras iglesias.