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Jeremías 20, 12-13 |  Romanos 5, 12-15 | Mateo 10, 26-33

Las lecturas de este domingo son especialmente interesantes, quizá sobre todo para nuestros días. Se habla de “hombres” (“no tengáis miedo a los hombres”), pero, evidentemente, se habla de la humanidad: hombres y mujeres. Incluso, para entendernos bien, las lecturas se refieren a toda clase de personas: también jóvenes (y hoy día los/las jóvenes), pobres y ricos, etc. El Evangelio es para todos.

 ¿Tiempos de “miedo”?

 Quizá la palabra “miedo” suene demasiado fuerte. Pero es difícil decir que nuestro tiempo es una balsa. Que es complejo, es innegable. El pluralismo en los más diversos momentos interhumanos es no sólo una realidad, sino incluso un bien para las diversas formas de vida y situaciones. Que se desborda en todo ello con frecuencia y violencia, llama la atención y, con frecuencia, no tener miedo es difícil.  Hasta podemos decir, para entendernos: “El miedo guarda la viña”. No viene mal un poco de “miedo”.

 No les tengáis miedo”

En las lecturas del evangelio de este domingo aparece varias veces la expresión: “no tengáis miedo”. Esto ya nos hace pensar que seguramente el miedo se ha encarnado  demasiado en la humanidad. También entre los cristianos y en la Iglesia. La repetición no se hace en vano. Aunque esto no es del todo bueno.

¿Hacerse el valiente?

Es cierto que en la humanidad no toda la gente se comporta como parecería más oportuno y significativo. El paraíso no existe. Hombres y mujeres tienden a envalentonarse y a dominar a los demás. En la misma humanidad nacen y crecen. La  misma humanidad busca y trabaja por un egoísmo propio como camino de superioridad. La humanidad con frecuencia jalea a quienes incluso destruyen. Se hacen los valientes, pero en realidad se hacen los dominadores en la compleja vida. No faltan, por desgracia, los matones.

No estamos solos

En el evangelio que hemos leído asoma por tres veces la palabra Padre, un Padre que mira por sus hijos, por el pueblo. El cristiano tiene una confianza que la humanidad desconoce, la confianza en Dios. A veces nos preguntamos si creemos en ese Dios en los momentos -o tiempos amplios- difíciles de la historia. Esto queda al hombre decirlo. El Padre no se impone a la fuerza. Dios no juega con esas cosas. El hombre goza de su libertad, aunque la destroce. Pero, hay que repetir: no estamos solos. “Hasta los cabellos de la cabeza tenéis contados”. Esto da fuerza y consuelo.

Jesús tiene la última palabra: con el Padre no se juega

Y Jesús tiene también esta palabra: “A quien se declare por mí ante los hombres, yo también me declararé por él ante mi Padre que está en los cielos. Y si uno me niega ante los hombres, yo también lo negaré ante mi Padre que está en los cielos”. Parecerán palabras duras. Pero es mejor decir que con Jesús no se juega. O que este no es el juego que gusta a Jesús, porque no se puede jugar ni con el cuerpo ni, menos aún, con el alma

Para la semana: En tiempos difíciles, pongamos, sin miedo, un grano de sensatez con el cuerpo y con el alma.