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Eclesiástico. 27, 30-28,7 | Romanos 14. 7-9 | Mateo 18, 21-35

Si alguna oración sabe el cristiano desde su tierna edad, ésa es el Padre nuestro. Y si alguna oración reza el cristiano, ésa es el Padre nuestro. No es extraño. Es la oración que enseñó Jesús a sus discípulos. Y los grandes orantes la han orado y enseñado a orar con dignidad. Ya en otras ocasiones hemos recordado las brillantes palabras de Santa Teresa al aconsejar el Padre nuestro. No las reiteramos aquí. En cualquier caso, el Padre nuestro es el compendio del Evangelio.

En la liturgia de este domingo no se habla explícitamente del Padre nuestro. Pero es evidente que Jesús nos está recordando una de sus peticiones más significativas, consoladoras y difíciles a la vez: “Perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden”. Dios perdona de corazón y pide perdonar de corazón.

En nuestro tiempo

Nuestro tiempo es bastante bronco, la convivencia “no nos perdona una” y está al acecho para atraparnos. Sucede en la política a gran escala, en la economía  y en la convivencia social y espiritual a menor escala y hasta en la vida doméstica. Con frecuencia estamos crispados, crecen brotes de odio y tenemos que confesar rebrotes de venganza. Y escasea la compasión activa con los más necesitados y vulnerables de la humanidad.

“Naderías que llaman injurias”

No siempre el presente es tan bronco. Otras veces somos demasiado suspicaces y “montamos un pollo” por nimiedades que dificultan aún más la convivencia. Santa Teresa, en su comentario a esta petición del Padre nuestro, habla de “naderías que llaman injurias” y aconseja: “no hagan caso de unas cositas que llaman agravios”. Es bueno rebajar las tensiones. Un poco de humor teresiano puede ser saludable. Aunque también Teresa se ponía muy seria cuando andaba de por medio el seguimiento de Jesús en sus conventos y aun en aquellas personas con quienes mantenía amistad.

“Ajustar cuentas”

También en tiempos de Jesús se daban ajustes de cuentas entre “reyes” y “criados” (por usar el lenguaje de la primera lectura). Y Jesús juega con estas dos categorías para hablar de su proyecto de vida para quienes desean seguirle. El acento de hoy recae sobre el “Rey compasivo” que quiere ajustar cuentas con sus criados y, sobre todo, en el “criado malvado”, que siendo aliviado por la compasión del Rey, se convierte él en tirano de otros menores deudores que él.

Perdonar de corazón

Del corazón sale todo, dice varias veces el Evangelio. Del corazón debe salir también el perdón a los demás. Lo recuerda, como conclusión, el evangelio de hoy. No dice que sea fácil perdonar. Tampoco dice que sea difícil. La mirada al “Rey compasivo” enseña a ser también nosotros compasivos que perdonan. Las palabras se las lleva el viento; la compasión del corazón permanece y hace hermanos. Perdonemos de corazón.

Para la semana: Rezaremos con atención cordial la petición del Padre nuestro: “perdona nuestras ofensas como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden”.