Éxodo 24,3-8
Hebreos 9,11-15
Marcos 14,12-16,22-26
Seguramente todos tenemos cierta idea de lo que es una cena. No es algo que hayamos inventado nosotros, aunque también podemos darle cierto tono peculiar en nuestro presente.
En tiempos de Jesús también había cenas nocturnas. Y Jesús las tuvo con sus discípulos, que se atrevían con naturalidad y le decían a Jesús: “¿Dónde quieres que vayamos a hacer los preparativos para que comas el cordero de pascua?”. Y Él mismo se lo indicaba: “Id a la ciudad…”. Y siguió diciéndoles, con pelos y señales, lo que tenían que hacer.
Es agradable ver cómo Jesús mismo se preocupaba de esas cenas. No todas las cenas eran lo mismo. Jesús sabía que le llegaba el momento de su final en la tierra. Y quiso despedirse con la naturalidad fuerte que tantas veces habían notado sus discípulos (al menos algunos).
El centro de la cena
No una cena cualquiera (que a lo mejor es lo que hacemos nosotros a lo largo del año). La última cena de Jesús fue indudablemente una cena especial. Llegó la última cena de Jesús con sus discípulos, una cena que era distinta, era la última cena que Jesús iba a cenar con ellos. Y “mientras cenaban, tomó Jesús el pan, pronunció una bendición sobre el pan, lo partió se lo dio y dijo: “Tomad, este es mi cuerpo”. “Tomó luego un cáliz, y dadas las gracias, se lo dio, y bebieron todos de él”. Aquella cena fue muy especial. Seguramente los apóstoles no lo entendieron bien del todo. Era demasiado fuerte lo que Jesús les decía. ¡Sería para ver sus caras!
Institución de la Eucaristía
Los discípulos de Jesús de todos los tiempos han ido celebrando esa cena. De diversas maneras, el cristiano sigue “sentándose” con Jesús a esa mesa. Y también en todos los tiempos lo han hecho recordando el momento de Jesús. Jesús sigue diciéndonos a quienes ahora vivimos: “Tomad y comed, éste es mi cuerpo”. Con formas quizá algo distintas, pero con idéntico sentido, el cristiano espera que le llegue el momento de “comulgar”. En esos momentos “oye” las mismas palabras de Jesús. Y esa noche (o ese día) sigue abriéndose la “entrega” de Jesús en todo su sentido a los discípulos de todos los tiempos. Jesús sigue entregándose a los hombres y los hombres siguen un poco -o un mucho- desconcertados. No esperaban que Jesús les acompañase tanto.
Para la semana: Me pondré en la amplia fila de quienes esperan comer y beber lo que Jesús nos reparte.