En este momento estás viendo «SE COGE ANTES A UN MENTIROSO QUE A UN COJO»

 Isaías 45, 1. 4-6 | 1 Tesalonicenses 1, 1-52 | Mateo 22, 15-21

El cristiano, como Cristo, no anda por las nubes. Todo lo contrario. Tiene los pies en el suelo y la cabeza en la tierra. Es persona generalmente normal. Que vive con los demás hombres y mujeres, hombres y mujeres de distinta calaña y que tendrán que vérselas con muchos de ellos-ellas. Hay un tipo especial de personas que desde el tiempo de Jesús llamamos “fariseos” y que pueden no haber desaparecido todavía.

Jesús afronta a los fariseos

En tiempo de Jesús había fariseos. Los encontramos en la lectura de este domingo. Los fariseos pertenecían a un grupo religioso judío que hoy diríamos escrupuloso en las expresiones externas bastante más que en la vida real. Finge una moral que no tiene. En nuestro tiempo diríamos que a los fariseos se les considera como hipócritas. No ha sido nuestro tiempo el que ha inventado esa dura palabra. Ya la usó el mismo Jesús. En la lectura de este domingo nos encontramos a Jesús calificándolos precisamente con la palabra “hipócritas”: “Hipócritas, ¿Por qué me tentáis?”, les dice. Seguramente estaba ya un poco cansado de esas personas.

Aduladores

La hipocresía va muy de acuerdo con la adulación. Y la adulación ha sido y sigue siendo actual: largas introducciones para colocar unas palabras.

También el evangelio de este domingo encuentra en él algo que no parece perecer. Llama la atención lo bien que presentamos lo que realmente es una mentira.

Merece la pena acercarnos a estas palabras “sonrosadas” ya de los fariseos del tiempo de Jesús. El largo y empalagoso acercamiento a Él dándole coba se cierra con estas palabras: “Maestro, sabemos que eres sincero y que enseñas el camino de Dios con franqueza, y que no te importa de nadie, porque no miras la condición de las personas. Dinos, pues, qué te parece: ¿es lícito…? Etc., etc., etc.”

Sobran palabras  

A la larga y melosa “introducción”, Jesús tuvo la paciencia de ser tan largo como ellos, aunque con tono distinto, para terminar diciendo: “Lo del César dadlo al César, y lo de Dios dadlo a Dios”.

Para la semana: Demos al tiempo lo que es del tiempo y a la eternidad lo que es de la eternidad.