El Domingo de Ramos tiene las llaves de la Semana Santa. Los primeros pasos los dan los niños: “Los niños hebreos / llevando ramos de olivo / salieron al encuentro del Señor, aclamando: / Hosanna en el cielo”. Y la Semana Santa se pone en pie procesionando. ¡Ojalá sea también cantando! ¡Y a ver si lo cantan los niños…!
Una Semana en pie
En muchos lugares de la sociedad se habla de “semana grande”. Es la semana en que, venciendo la monotonía diaria, tiene lugar una gran variedad de actividades, tanto profanas y culturales como religiosas. Sobre todo, ambiente religioso-cristiano. Las atracciones dormidas a lo largo del año, hacen en esta semana casi como un despertar de primavera. Todo es atrayente, aunque gire en torno a realidades que conocemos de otros años.
Semana santa
También la Semana santa es distinta de cualquier otra semana del calendario. La es para todas las personas, creyentes y no creyentes, aunque muy distinta de unas y otras.
Para el cristiano, en particular, es una semana especial, en la que se celebran los momentos más significativos de la vida de Jesús: la pasión y la resurrección. En ellas se concentra toda una vida. Son muchos los hermanos con quienes nos encontramos y compartimos, nos damos cuenta de que nuestra familia es grande, está despierta, vuelve a la casa común, sobre todo a la iglesia.
Desde fuera se preguntan: “¿qué pasa ahí?” Y la respuesta es fácil para los cristianos: “celebramos los ‘oficios’”, dicen los mayores y también los más sencillos de los pueblos. Cada “oficio” es un paso de Jesús en sus últimos días entre el Domingo de Ramos y el de Resurrección, siete días cargados de la riqueza y pobreza de Jesús y de nuestras vidas. Por ellos va pasando el “recuerdo vivo” de las palabras de Jesús, de su ejemplo y entrega definitiva, del miedo de los suyos más íntimos, de los que aún le quieren, de los que le ignoran, de los que le aborrecen, de los que le acompañan… Son días llenos. El Vía Crucis de la cuaresma nos ha ido familiarizando con el Jesús de la Cruz y de la Luz. Parece que diluye la vida de Jesús, pero no la ha diluido; la ha acercado y arropado. Seguramente, solo quienes han vivido la cuaresma, fundamentalmente en los tramos más fuertes de Jesús, puede celebrar ahora una semana muy rica.
Una semana rica
La Semana santa es una semana muy rica para el cristiano. Quizá demasiado rica para abarcarla. Sin olvidar el conjunto de la misma, puede ser oportuno señalar algunos momentos de la misma (humildad del Jesús que lava los pies a los discípulos, la última cena, el camino de la cruz, el encuentro con las mujeres que solían andar con Jesús (su madre en el centro), las palabras pronunciadas en la cruz, la desolación y la alegría.
Cada cristiano se conoce mejor y lo confronta con el de Jesús. Momentos de silencio son ambiente certero de encuentro con Jesús. Y un buen propósito -no muchos- nos acompañará.
Una Semana de esperanza
La Semana Santa no se estanca. Nunca se estancó. Aunque los primeros discípulos pensaban que aquello se había terminado. Una mujer (María Magdalena) se levantó muy de mañana, se asustó, corrió de aquí para allá hasta que Jesús mismo, ya resucitado, “armó” un tiberio. Y allí empezó a hacer vida la muerte.
Para la semana: siguiendo el ritmo de toda la Semana santa, elige uno de los momentos más significativos para ti ahora. Y dedícale un rato de oración silenciosa.