En este momento estás viendo UNA «PELEA» DE JESÚS

1 Samuel 16. 1b.6-7.10-13ª | Efesios 5, 8-14| Juan, 9, 1-41

Nos acercamos cada vez más con los últimos tiempos de Jesús, muerte y resurrección. Su presencia y sus palabras irán también a la tumba y a la resurrección. En esos largos días se acentúan las diferencias entre Jesús y sus contrarios, concretamente los fariseos. Parecería como si Jesús hubiera dejado para el final algo que no podía callar durante su vida pública (aunque esto no es verdad del todo).

Jesús echaba mano de la ceguera, tan presente incluso en su corta vida pública. Con frecuencia los ciegos se hicieron centro de Jesús y de los fariseos. Y entre ellos, saltaban chispas. Algo de esto se ve con cierta claridad en el evangelio de este domingo.

“He venido a este mundo para un juicio”, dijo Jesús.

Acostumbrados a ver a Jesús más suave, más “espiritual”, podríamos decir, estas palabras de la liturgia de hoy en la persona de Jesús al final de su vida, llaman la atención. Los cristianos no le imaginan en el estrado con una “toga”. Pero su modo de presentarse podría dar la impresión de que era como cualquier maestro vanidoso. Y decía: he venido para que los que no ven, vean, y los que ven se vuelvan ciegos”

 Un juicio de claridad

 En los juicios se esclarecen las situaciones que no son claras, que son confusas. Los juicios buscan la luz, a fin de que abra el camino de la verdad y no triunfe la mentira o, sencillamente, la equivocación, aunque sea con sinceridad, pero sin verdad.  

La necesidad del juicio

Todos podemos estar equivocados. No solamente quienes son amigos de la mentira o de la ignorancia. Buscar la verdad es dar un paso al bien. No en vano conocemos todos el adagio: “La verdad nos hará libres”. Se puede decir que el juicio es de por sí humilde y amoroso.

Las últimas palabras

Las últimas palabras del evangelio de hoy son estas:

“Y dijo Jesús: He venido a este mundo para un juicio: para que los que no ven, vean; y los que ven, se vuelvan ciegos. Algunos fariseos que estaban con él lo oyeron y le dijeron: ¿Es que también nosotros somos ciegos? Jesús les respondió: si fuerais ciegos, no tendríais pecado; pero como decís: vemos, vuestro pecado permanece”.

Para Jesús, el que presume de ver, está ciego. Los fariseos presumían de ver. En realidad, estaban ciegos. Los que parecían ciegos, en realidad veían, entendían y, sobre todo, acogían con humildad a Jesús.

Para la semana: Voy a meditar varias veces las últimas palabras de Jesús que se nos ofrecen hoy.