Isaías 22, 19-23 | Romanos 11, 33-36 | Mateo 16, 13-20
Con frecuencia respondemos a preguntas que nadie nos formula, sino que nosotros mismos nos las hemos inventado. Así las respuestas son fáciles, pero generalmente son inútiles. Preguntar si va a llover cuando está lloviendo, es inútil y absurdo. Otras veces, sin embargo, las preguntas son excelente método de búsqueda de la verdad.
Jesús también hacía preguntas. Con frecuencia el Evangelio presenta a Jesús diciendo a los apóstoles o a las personas que le siguen: “¿Qué os parece?”.
En el evangelio de este domingo encontramos a Jesús preguntando acerca de la idea que la gente y los mismos discípulos tienen de Él. La historia ha seguido preguntándose quién realmente era Jesús. Jesús mismo sigue preguntando en nuestro tiempo quién dice nuestra gente que es Él. Es un método interesante de remover nuestra conciencia de cristianos, seguidores de Jesús.
Respuestas generosas
Los discípulos de Jesús, que le acompañaban, oían los comentarios (a veces cuchicheo) de la gente acerca de Jesús. Seguramente no tenían muchas respuestas. Ellos mismos se hacían preguntas que no sabían responder sobre el Jesús con quien compartían su vida (por ejemplo: “¿quién es éste que…”: Mc 4,41).
La gente era generosa con Jesús. Es cierto que a veces dijeron de él cosas gordas: “nosotros no somos hijos de prostituta”; “tiene el demonio”… Otras veces le alababan hipócritamente para ponerle a prueba o sencillamente para condenarle: “Maestro sabemos que eres…”. No obstante esto, los “piropos” que hoy le transmiten los discípulos son piropos generosos: unos decían que era Juan Bautista, otros que Jeremías o uno de los profetas. Eran palabas mayores en un pueblo que conocía su historia. Jesús no era un cualquiera, uno más, un número.
“¿Y vosotros? ¿Quién decís que soy yo?”
¿Sabía Jesús lo que de él pensaban sus discípulos? No lo sabemos. Solo Pedro, ¡siempre Pedro! salió al quite. Pedro no era el más listo; sí era el más arriesgado (a veces demasiado). Y sintió en su interior algo que le impulsó a confesar: “Tú eres el Cristo”. Y lo confesó. Se quedó tan tranquilo y Jesús se lo recompensó.
Tener en la comunidad alguien que dé la cara es una suerte. Y si es como Pedro, más todavía.
¿Y nosotros? ¿Quién decimos que es Jesús?
¿Quién dice nuestra gente que es Jesús? Si Jesús tuvo esa curiosidad, no estaría mal que la tuviéramos también nosotros. ¿Nos preguntamos nosotros quién dice la y nuestra gente que es Jesús? Todavía la mayor parte de las personas, comenzando por los niños y niñas han oído hablar de Jesús y hasta se han acercado a él. Preguntad a niños y niñas quién es Jesús y que respondan no con las palabras literalmente del catecismo, sino desde otras bases distintas. Y preguntad a los jóvenes, y a los mayores, a hombres y mujeres… Preguntémonos a nosotros mismos.
Con esas preguntas haréis el papel de Jesús, que es un buen papel, no es cualquier cosa. Debemos sentir la grandeza de hacer esa pregunta, sobre todo a los más cercanos.
Para la semana: Pregúntate quién es Jesús para ti. Y también quién es Jesús para aquellos con quienes compartes cercanamente tu vida.