Eclesiástico 24, 1-2.8-12 | Efesios 1, 3-6. 15-18 | Jn 1, 1-18
Todavía estamos en tiempo de Navidad. Ya hemos pasado el centro de la misma. Hemos recordado la venida de Jesús entre los hombres y mujeres de la historia, de nuestra historia, de cada uno/a de nosotros/as. Ha venido como un brote nuevo que, a pesar de la pandemia, es gozo que despierta y mantiene las ganas de vivir. Navidad tiene mucho que pensar, repensar y vivir. No se puede celebrar a la ligera.
“Puso su morada entre nosotros”
Los evangelios narran el nacimiento de Jesús. No todos lo describen de la misma manera. A unos les llaman más la atención los pastores, a otros los reyes, a otros el pesebre, un pesebre que gana mucho convirtiéndose en la cuna de un niño (¡cuántos niños carecerán todavía de una cuna así!)… No es que se contradigan los evangelistas, sino que cada evangelista lo describe “a su manera” o poniendo en primer plano un momento o una situación concreta. Navidad es obligada lectura –en público, en grupos, en privado- del nacimiento de Jesús. Será siempre lectura fresca.
Vino a su casa
Aunque quizá el niño/a haya nacido fuera de la casa material, a los pocos días entra a tomar posesión de su casa. Si supiese hablar, diría: “Esta es mi casa”. Afirmación que da alegría, serenidad, tranquilidad, novedad, actividad. La casa de Jesús, y la casa de la humanidad, parece y es un espacio humano por donde se dan los primeros pasos, las primeras risas y los primeros llantos. Y también otros muchos pasos.
Jesús vino a su casa. A la casa en la que ya vivían María y José. Y que ahora ya sería la casa de tres. Todo lo ternario es perfecto. Tener una casa sigue siendo un tesoro que da tranquilidad. No todas las familias tienen una casa.
Jesús vino como luz
Es como un piropo. En muchas familias, supongo que sobre todo entre primerizas, la presencia del niño/a que nace es una luz que alumbra la existencia de quienes le esperaban y ahora lo acogen. Sus padres, familiares y amigos lo celebran y se les nota por el rostro que ponen y los gestos concretos que les nacen espontáneamente. Los niños son siempre luz, luz espontánea y limpia. Jesús niño vino al mundo con todo su bagaje infantil a iniciar una vida idéntica y distinta como cualquier venida. Quizá venía con un pan y una bombilla.
No/sí la recibieron
El Evangelio según san Juan, que proclamamos este domingo, más sobrio que los otros evangelistas, lo dice con claridad: unos recibieron/reciben la Palabra (la Palabra es Jesús), otros la rechazaron/rechazan, o sencillamente la ignoraron/ignoran indiferentes. Y lo que hicieron entonces sus contemporáneos, seguimos haciéndolo ahora los cristianos. Navidad nos examina: ¿Qué hemos hecho y hacemos con esa Palabra (Jesús) hecha luz para iluminar nuestra vida?
Para la semana: ¿Cómo estoy viviendo este año la Navidad? También este año viene a Su casa, que es nuestra casa. Y viene como faro luminoso.