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Isaías 8, 23b-9,3 | 1ª Corintios 1, 10-13.17 | Mateo 4, 12-23

Siempre somos principiantes. Delante de nosotros y quizá lejos y muy lejos alguien se nos ha adelantado. Tenemos muchos maestros, aunque es lógico que no vayamos a muchas clases. Nosotros nos conformamos con ser principiantes, atentos a lo que nos dijeron y nos dicen los que son más listos que nosotros. Entre los que nos han precedido como maestros, Jesús de Nazareth fue-es uno de ellos. Para los cristianos, su mirada y atención ha de ser siempre Jesús. Hay otros muchos nombres de maestros que nos precedieron y merecen nuestro recuerdo. Cualquiera de nosotros puede recordar al menos algunos. Seguimos nombrándolos, los vemos incluso en libros, obras arte, etc. Echar una mirada reiteradamente a ellos, reconocerlos como nuestros maestros -pasa incluso con familiares que nos precedieron- siguen siendo estímulo para nosotros.

Es de bien nacidos ser agradecidos

Un buen día Jesús dejó su casa de Nazareth y se estableció “en Cafarnaún, junto al lago” (un poquito de geografía bíblica nos haría bien). Se dio una vuelta por el lago y, lo que era normal, se topó con pescadores. Iba recordando muchas cosas de sus antepasados. Las rumiaba presentes. No era para despreciarlas. Muchos alumnos habían continuado el saber y hacer de esas vidas pasadas y continuadas.

Estos eran pescadores, gente recia y trabajadora. De eso vivían. Echaban sus cuentas y también ellos miraban tanto el futuro como el presente. No tenían cara de envidiar a otros, que parecían ser más “señores/as”. Les bastaban unas redes de pescar.

El Maestro busca a sus alumnos

Y Jesús se acercó a ellos y les dio un saludo que no parecía cercano a pescadores. Tampoco Jesús estaba muy ducho en la pesca. Conocía mejor la carpintería que regentaba con su padre José. Era lo normal.

Pero les dijo: “Convertíos, porque está cerca el reino de los cielos”. Y siguió su rodeo por el lago. Allí se topó con dos hermanos: Simón (al que llamaban Pedro) y Andrés (nombres que un cristiano no debe olvidar), que estaban a lo suyo, echando las redes. Y sin más les “contrató” (les dijo): “Venid y seguidme, y yo os haré pescadores de hombres”. “Inmediatamente dejaron las redes y le siguieron”. Y lo mismo sucedió con otros dos hermanos: Santiago y Juan, hijos de Zebedeo. “Jesús los llamó también. Inmediatamente dejaron las redes y a su padre y lo siguieron”. ¡Qué tendría la mirada de Jesús!

Palabra final: Es posible, y hasta probable, que la palabra conversión diga poco a muchos de nuestros cristianos. No les suena. Les parece algo muy lejano, que no va con los cristianos de hoy. No obstante, la palabra conversión sigue teniendo una larga llamada desde el comienzo del cristiano hasta sus últimos días. Dos referencias nos lo recuerdan:

–        Jesús: Las primeras palabras de Jesús a sus discípulos, sus seguidores, fueron estas que ya conocemos: “Convertíos, porque está cerca el reino de los cielos”.

–        Papa Francisco: en una de sus intervenciones navideñas, teñidas de luto por la muerte del Papa Benedicto, dijo: “Lo peor que nos podría pasar es pensar que ya no necesitamos de conversión, sea a nivel personal o comunitaria”.

Para la semana: Jesús sigue diciéndonos: “Convertíos”.