1 Reyes 19, 4-8 | Efesios 4, 30-5,2 | Juan 6, 41-51
La vida es un continuo caminar. Y con frecuencia nos cansamos de caminar. Nos hemos comprado instrumentos que nos “liberan” de caminar. Pero también así seguimos siendo caminantes. Somos caminantes por tierra y por mar. Y también por nuestra imaginación, por nuestros deseos, por nuestras ignorancias… A veces nos echan una mano y el camino se hace más llevadero. También, a veces, más difícil. Pero siempre positivo. También cuando caminamos con personas generosas y sinceras. Por ejemplo, con Jesús, un estupendo caminante y amigo de camino. A veces desconcertante.
“Yo soy el camino”.
“Yo voy soñando caminos de la tarde…”. Y también de la mañana. Y también de la noche. Y seguramente hay tantos caminos como personas, como cristianos. Todos tienen mucho en común. No nos gusta que nos señalen un camino concreto. Eso sería una imposición que coartaría nuestra libertad. Y queremos ser libres. No obstante, un hombre, Jesús de Nazaret, caminante, se atrevió a decir:: “Yo soy el camino”; no un camino, sino el camino.
“Yo soy el pan vivo, bajado del cielo”
No le bastó a Jesús con decir: “yo soy el camino”. Se atrevió a añadir: “Yo soy el pan vivo, bajado del cielo”. “¿Es posible?”, se decían los oyentes. “Dice que es pan. Y, además, pan bajado del cielo. Como si no supiésemos nosotros lo que es el pan y cómo se hace el pan y de dónde viene. ¡Qué atrevido es este Jesús!”.
“Y el pan que yo le voy a dar, es mi carne”.
Otra. “¿Nos da pan, o nos da carne?”. “Este Jesús es atrevido de verdad. Le conocemos todos. “¿No es éste Jesús, hijo de José, cuyo padre y madre conocemos? ¿Cómo puede decir ahora: He bajado del cielo?”. Seguramente habríamos dicho nosotros lo mismo que aquellos compaisanos de Jesús. Otro de nuestros caminantes suaviza las palabras de Jesús y nos ayuda: “Comer su carne significa aceptar su persona como absoluta, como punto de referencia esencial para unirse con Dios”.
“No murmuréis”.
Y Jesús nos reprende: “No murmuréis”. Murmurar es “hablar mal de una persona que no está presente”. La Biblia recoge no pocos momentos en los que el pueblo de Israel “murmuraba” de Dios, de Moisés (su jefe), de Jesús… La murmuración es una moneda de fácil cambio. Lo es también de equivocación. No es una actitud cristiana.
Hay murmuraciones que tienen visos de verdad, pero no son verdad. Los contemporáneos de Jesús “murmuraban” de Jesús; concretamente de su origen. Lo habríamos hecho también nosotros. La murmuración demuestra con frecuencia nuestra insuficiencia.
Confiad siempre en Dios
Desde pequeños, la inmensa mayoría de los cristianos hemos aprendido: “Fe es creer lo que no vimos”. No nos atreveríamos a decir que eso no es verdad, aunque es complejo. Seguramente, si lo recitamos conscientemente nos damos cuenta de que hay en la confesión de fe muchas afirmaciones que superan nuestra formación cristiana y nuestra capacidad de entendimiento. Pero seguimos recitándolo. A veces pueden saltar preguntas, confusiones, silencios, atrevimientos… Pero terminamos inclinando la cabeza, y con frecuencia también el corazón, con sencillez.
Y hasta nos atrevemos, también nosotros, pequeños caminantes, a cambiar, sin darnos cuenta, el verbo creer por el verbo confiar. Confiar es adherirse, mostrar [una persona] su conformidad con las ideas o las opiniones de otro.
Para la semana: Hay un canto religioso que dice: “Confiad siempre en Dios / confiad siempre en Dios / es el camino recto”. Seguramente lo has cantado. Cántalo y medítalo durante la semana.