En este momento estás viendo “EL SEÑOR ESTÁ CONTIGO… NO LES TENGÁIS MIEDO”

Jeremías 20, 10-13 | Romanos 5, 12-15 | Mateo 10, 26-33

 

La historia certifica la dificultad de la convivencia humana. Tener una idea de esa historia nos ayudará a leer nuestro presente. Aquí no podemos echar la mirada a esa historia, pero es bueno que lo hagamos en particular, en círculos y grupos, etc., si ello es posible y hasta donde es posible. Ello nos ayudará a leer nuestro presente, que es un presente no sólo difícil, sino incluso crispado con frecuencia. Las lecturas de este domingo topan con varias palabras gruesas: calumnias, terror, denuncias, venganza, miedos…; pero también invita a no tener miedo, a tener confianza.

Eran otros tiempos, se dirá. Sin duda. También eran distintos –y distantes- los de Jeremías (siglos VII-VI a.C.) y los de Jesús. Y aquí los tenemos unidos en la primera y la tercera lecturas de y para hoy. Ambos también hoy nos iluminan.

“Oigo el cuchicheo de la gente”

Al profeta Jeremías le tocó sufrir y denunciar los desmanes de su pueblo y de sus dirigentes. No lo hacía por venganza ni por rencor. Lo hacía porque le dolían los desmanes de su pueblo en desobediencia a la fe que habían profesado, y oía en su interior una voz que le impulsaba a denunciar esas tropelías. Y, evidentemente, esto no gustaba a los denunciados. Todo lo contrario. Y quienes se sintieron aludidos por el profeta arremetieron contra el profeta empozándole. Le empozaron tres veces y no se sabe bien de qué murió. Parecía casi como un guión de lo que puede suceder en la historia humana, incluida la nuestra.

“El Señor está conmigo”

Cuanto mayor es la distancia entre el profeta y sus enemigos mayor es la necesidad de apelar y atender a una fuerza mayor. En la tormenta de la persecución contra él, Jeremías se atrevió a decir: “El Señor está conmigo”. Afirmar esto es atrevimiento y es confianza a la vez. Y lo escuchó no sólo Jeremías. Lo escucharía también María de boca del Ángel en un momento de desconcierto: “el Señor está contigo”, palabras que los cristianos recordamos al rezar el Ave María (¿Lo hemos pensado con frecuencia?). Jesús mismo tuvo que oír de los labios manchados de los escribas y fariseos esta grave indirecta: “Nosotros no somos hijos de prostituta” (Jn 8,41). Hubo sorpresa, pero sobre todo hubo fe y confianza en Jesús.

“No les tengáis miedo”

Da la impresión de que somos miedosos por naturaleza. El evangelio trata de liberarnos del miedo que infligen los hombres, los que sean. Por eso repite una y otra vez a los que le oyen: “No les tengáis miedo”. No son palabras de arrogancia o de ingenuidad. Son palabras de confianza. El evangelio no lo repite para que lo olvidemos, sino para lo recordemos. El miedo no guarda la viña, en contra de lo que a veces oímos. El miedo atenaza, adormece, bloquea. La confianza es mucho más operativa que el miedo.

“Valéis más vosotros que muchos gorriones”

Una salida simpática. Se le ocurrió a Jesús ante unos seguidores suyos, tímidos y casi derrotados: “Vosotros valéis más que muchos gorriones”. Si me preocupo de ellos, ¿cómo no me voy a preocupar de vosotros? No estáis solos. Dios está con vosotros. “Confiad siempre en Dios… Es el camino recto”.

Para la semana: En tiempos de pandemia, confianza activa., no estamos solos. Y menos aún cuando estamos en comunidad