Amós 6, 1ª. 4-7 | 1 Timoteo 6, 11-16 | Lucas 16, 19-31
Con frecuencia se acusa al cristianismo, y más aún a los cristianos o a muchos de ellos, de vivir fuera de la realidad. Suelen decir que son “muy espirituales”, queriendo indicar con ello que lo “material” les trae sin cuidado. Sobre todo porque quienes disfrutan de buen estado “material” no quieren que se lo toquen. Y por eso se “refugian” en lo que ellos llaman “espiritual”, que con mucha frecuencia es el mundo de lo fantástico, imaginativo y extraterrestre, andan por las nubes, etc. Esto es una caricatura de cristianismo (que, por desgracia, puede darse en algunos o muchos cristianos). La liturgia de la palabra de este domingo tiene muy claro que ser cristiano tiene que ver con las realidades materiales. El profeta Amós y el más que profeta Jesús manejan las realidades materiales con realismo y frescura. Lo hacen incluso acudiendo al “contraste”, para que se entienda mejor.
“Las orgías de los disolutos”
El profeta Amós describe a una categoría de personas a quienes él ha observado, como persona del pueblo que es. Seguramente exagera describiendo cómo viven algunos-muchos de los que profesan la fe judía, en tiempos incluso de escasez. Para ellos no hay tiempos de recesión. Pero la exageración no se identifica con la mentira. La exageración es una realidad aumentada con el fin de que impacte más al lector y al oyente. Amós, con su mirada hacia delante y lenguaje rudo profetiza: “se acabará con las orgías de los disolutos”. El lector de nuestro tiempo hará un ejercicio de realismo extrapolando las palabras de Amós a nuestra sociedad. No echemos balones fuera.
Epulón y Lázaro
De las parábolas con que Jesús enseñaba vitalmente a sus oyentes (el evangelio de hoy empieza diciendo que habla a los fariseos) la parábola del rico epulón y el pobre Lázaro no se olvida fácilmente.
Epulón no parece ser un nombre personal. Al contraponerlo a una persona como Lázaro, algunos pensaron que sí era una persona. El evangelio dice claramente que se trata del contraste entre un rico (muy rico) y un pobre (muy pobre), de su presente y de su futuro y de la relación entre uno y otro, aquí y ahora y en el futuro.
También aquí, como en la primera lectura, parece claro que el relato del rico y el pobre “exagera” al describirlos, con una exageración que permite y facilita la comprensión de la desigualdad escandalosa, que encarna no a dos personas, sino a dos categorías de personas, ensanchando así el número de uno y otro: son muchos los epulones y no menos los lázaros. Si echamos una mirada a la humanidad, nos toparemos con unos y con otros.
Estamos a tiempo
“Quien no piensa en el futuro, no tiene futuro”. Las dos lecturas de este domingo nos invitan echar la vista adelante, hacia el futuro. Hay cosas que se acaban y otras (o las mismas) que se pagan. Y hay también cosas que se adquieren no base de dinero, sino a base de bondad y solidaridad.
Para la semana: Las lecturas de la liturgia de este domingo merecen una atención especial. Ser “lázaros” seguramente no llama mucho la atención; pero es preferible ser lázaros que ser epulones.