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Sabiduría 11, 22-12,2 | 2ª Tesalonicenses 1, 11-2,2 | Lucas19,1-10

  

El evangelio de este domingo anda entre listos: Zaqueo y Jesús. Uno tenía que ganar. Y ganó Jesús. Pero el otro, Zaqueo, que era jefe de publicanos [ya conocemos el percal de los publicanos] y rico, no se quedó atrás. Dos listos presentes en la historia cristiana, que merecen ser conocidos. El cristianismo no es cosa de tontos, sino de santos.

Aprovechando la ocasión

Dice el refrán que la ocasión la pintan calva. Ocasión es oportunidad. ¡Cuántas ocasiones dejamos pasar delante de nosotros! Cuando pasa por delante hay que saber detenerla y aprovecharla. Jesús pasaba por un lugar y se hizo el encontradizo. Y Jesús pensó: “no voy a encontrar otra oportunidad como esta” para verme con un pillo. Lo mismo pensó Zaqueo. Ambos atacaron. Y ambos tuvieron suerte.

“Zaqueo, baja pronto”. Tengo que ir a tu casa.

Zaqueo había oído hablar de Jesús. ¡Qué judío no había oído de Él! Y, curioso y pequeño, quería ver quién era ese Jesús. Y se subió a un árbol. Por donde Jesús tenía que pasar. Solo así, Zaqueo logró ver a Jesús. Pero también así Jesús le vio a él.

Zaqueo “le recibió con alegría”.

 Zaqueo no había pensado en invitarle. Sólo quería verle de lejos. Era tan curioso como la mayor parte de los que andaban con Jesús. Pero Jesús, con su ojo avizor, le vio escondido en la distancia. Y no lo dudó: era una pieza que no se le podía escapar. Y fue Él quien se invitó: “Zaqueo baja, pronto, que hoy tengo que hospedarme en tu casa”. ¡Sería para ver la cara que se le puso a Zaqueo, que no era tonto! Pero no huyó. Bajó a casa (una buena casa) y le recibió “con alegría”. Y se deshizo en generosidad. Jesús no le había pedido nada. Pero Zaqueo, otra vez inteligente, se adelantó a Jesús. Y le dijo: “Daré la mitad de mis bienes a los pobres… etc.”.

La murmuración de siempre.

 La multitud, que quería ver pasar a Jesús, no tuvo otro comentario que este: “Mira, fíjate, ha ido a hospedarse a casa de un pecador”. “Todos murmuraban”. No sé si añadirían: “¡con lo bien que estaría en casa de cualquiera de nosotros, que somos buena gente y no ese pecador!”. Jesús iba con los santos y con los pecadores. Y seguramente, la mayor parte de los espectadores eran indiferentes; como lo somos nosotros. Zaqueo formaba parte de los ricos. Jesús no le despreció. Solo le dijo: “baja, que hoy quiero ir a tu casa”.

 “Hoy ha llegado la salvación a esta casa”.

Y ahora tocaba hablar a Jesús. Y habló, poco, pero habló: “Hoy ha llegado la salvación a esta casa”, una salvación de los pobres esencialmente. Parecería mentira, pero no lo era. Zaqueo le facilitó a Jesús las palabras generosas de Zaqueo. Y Zaqueo estaba contento, fuera de sí. Y no habló más. Fue Jesús quien cerró esta escena abriendo la esperanza a todos los pecadores de la tierra. Y es que “El Hijo del hombre ha venido a buscar y salvar lo que estaba perdido”.

Para la semana: Una visita de Jesús a tu casa sería una experiencia hermosa. ¡Cualquier día se te presenta en casa! Recíbele con alegría.