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Isaías 5, 1-7 | Filipenses 4, 6-9 | Mateo 21, 33-43

 

 El evangelio de esta semana está en línea con el del domingo pasado. De hecho, comienza así: “Escuchad otra parábola”. Y esta parábola suena así:

“Un propietario… plantó una viña”.

Estamos ante un viñador que plantó una viña. Y el viñador comenzó espléndidamente: “La rodeó de una cerca, cavó un lagar y edificó una torre”.

Se trata de un propietario que inicialmente ha puesto todo su sentido en ella. Bien comenzaba. Y en principio se ganaría el aplauso de todos porque, “el que bien empieza, bien acaba”.

El propietario que se marchó lejos:

 El propietario no se desentendió de sus primeros trabajos. Sencillamente los puso en manos de otras personas (otros labradores) que entendían el “negocio”. Es imposible que una persona se baste a sí misma. Apoyarse en otros es de personas sensatas, al menos cuando se pone en personas (labradores) que entienden lo que se traen entre manos. Con frecuencia, los labradores saben más que los propietarios. Ser labradores es generalmente entender lo que se trae entre manos.

El tiempo de los frutos

 Se siembra para recoger, no para tirar la semilla sin ton ni son. Y es normal que el propietario quiera recoger los frutos. La recogida es, en principio, el tiempo en mejor, duro pero alegre. Los segadores son generalmente gente alegre, dentro del duro trabajo. Oír los cantos de los segadores dan alegría al campo y a las personas. Y un poquito de conocimiento campero es oro  para entender no pocas parábolas, la de este domingo entre ellas. Coger en las manos el fruto del trabajo es orgullo positivo.

También es una tentación.

Ver el oro en las manos, tira demasiado. Y obnubila. Y no hace amigos. Más bien hace enemigos. Quien tiene oro, no quiere que lo tenga el vecino, porque parece que le quite el puesto y el qué dirán. Y está dispuesto a oscurecer a todo el -lo- que haga sombra o incluso a quien le iguale. Está dispuesto a todo. La parábola de este domingo llama “miserables” a quienes no han sabido ser “labradores”, convirtiéndose en ladrones.

Para la semana: Dios ha dejado en nuestras manos trabajar el campo que tanto ama. No seamos miserables en ese campo. Dios nos hizo labradores.