Génesis 22, 1-2.9ª.10-13.15-18 | Romanos 8, 31b-34 | Marcos 9, 2-10
Siempre es necesario escuchar a Jesús. Él es la Palabra del Padre. A nadie se ha dirigido el Padre tanto y tan profundamente como cuando se ha dirigido al Hijo, Jesús. Y nadie se ha atrevido a dirigirse al Padre con la fuerza con que se ha dirigido el Hijo: “El Padre y yo somos una misma cosa”. Hoy, en cuaresma, caminando hacia la Pascua, el Padre se atreve una vez más a pedir que se escuche a Su Hijo. Esa su palabra será la que ilumine el camino que lleva a la Pascua.
El monte Tabor
Ya la primera lectura habla de un monte, el monte Moria. Ahí “Dios tentó a Abraham y le dijo: “¡Abraham, Abraham!” Él respondió: “Heme aquí.” 2 Díjole: “Toma a tu hijo, a tu único, al que amas, a Isaac, vete al país de Moria y ofrécele allí en holocausto en uno de los montes, el que yo te diga”. Abraham obedeció a Dios y todo resultó bien: no es necesario sacrificar a su hijo Isaac. Dios prueba, pero no mata.
El Evangelio de este domingo no habla literalmente de Monte Tabor, sino de Monte alto. El Monte Tabor era –y es- un monte alto. Jesús amaba los montes, sobre todo los montes altos (Mt-Mc). O los montes para orar (Lc). ¿Qué cristiano no recuerda, por ejemplo, el Monte de los olivos, ¿o qué Carmelita no recuerda el Monte Carmelo? Unas veces subía Él solo. Generalmente cuando se retiraba a orar. Otras veces se hacía acompañar de sus discípulos predilectos: Pedro, Santiago y Juan.
“Se les aparecieron Elías y Moisés”.
Debería decirse, mejor: Moisés y Elías, puesto que Moisés precedió a Elías. Pero no tiene mayor importancia. La importancia está en que “conversaban con Jesús”. Tres personajes sin los cuales no se entiende la palabra de Dios a su pueblo y a la humanidad. Moisés representa la Ley; Elías los profetas. Es toda la historia del pueblo de Israel la que estaba representada en esa misteriosa conversación. Jesús había dicho en un momento de su vida pública: “No penséis que he venido a abolir la Ley y los profetas. No he venido a abolir, sino a dar cumplimiento” (Mt 5,17). Los comentaristas de la Sagrada Escritura explican las palabras “dar cumplimiento” por la palabra “perfeccionar”.
“Hablaban de su partida”
El evangelio de san Lucas dice que en estos momentos “hablaban de su partida, que estaba para cumplirse en Jerusalén” (Lc 9, 31). Y a pesar de todo: “Qué bien se está aquí”, aunque Jesús hable de pasión y muerte. Porque la pasión y la muerte, para Jesús y sus seguidores, no es el final del camino, sino el paso a la resurrección. Por eso, siempre “escuchadle”. Jesús no miente; y menos aún a sus cercanos. Teme, ciertamente, que pueda ser mal entendido de quienes le oyen (más que seguirle). Y así Jesús, “cuando bajaban del monte les ordenó que a nadie contasen lo que habían visto hasta que el Hijo del hombre resucitara de entre los muertos”. Ellos observaron esta recomendación, discutiendo entre sí qué era eso de “resucitar de entre los muertos”. ¡Lo aprenderían poco después! Jesús no engañaba, nunca engañó. Por eso: “Escuchadle” siempre.
Para la semana: Subamos al Monte del Señor, a escuchar Su Palabra, que es la Palabra del Padre: Jesús.