Jeremías 23, 1-6 | Efesios 2, 13-18 | Marcos 6, 30-34
En toda sociedad organizada, sea civil o sea religiosa, se da base (el conjunto del pueblo) y dirigentes (quienes las presiden): ovejas y pastores en el lenguaje de las lecturas de este domingo. En tiempos de dominio agrícola era un lenguaje diario y fácilmente comprensible a todos, sobre todo a los sencillos. Unos y otros debemos tenerlo en cuenta, porque somos insustituibles. A lo largo de la historia –y de la geografía- estas dos realidades (pueblo-base y dirigentes) se han relacionado de maneras muy distintas. Lo vemos incluso actualmente mirando al mundo e incluso a distintos conjuntos. No es fácil una buena relación entre ellos. También lo vemos en todas las etapas de la historia. Las lecturas de este domingo son claras y acentúan el papel de los pastores (de los dirigentes).
La fuerza de la base
Sin base no hay vida; sin pueblo no hay comunidad. Ir contra el pueblo es perdición.. Escuchar al pueblo es escuchar a la vida real. El pueblo habla, trabaja, descansa, ríe, llora, espera, se decepciona…
Como ovejas sin pastor
Jesús miraba a su pueblo, tan distinto y semejante como el nuestro a pesar de sus diferencias. Las ovejas (el rebaño, la multitud…) se acercaba a Él y caminaba con Él… La mayor parte de las veces lo hacía con ansias de oírle… y de pedirle. A veces también, de expiarle para poder acusarle. Su fama no era la de un charlatán. Era la de un amigo que lamentaba la situación de las multitudes capaces de andar kilómetros, sentarse en el suelo, crear silencio y abrir los oídos. Jesús echaba una mirada penetrante y cercana y expresaba sus sentimientos acerca de su situación y del valor de las verdades. Se daba cuenta de que esas multitudes estaban ávidas de algo. Y observaba que, con frecuencia, andaban como ovejas sin pastor.
“¡Ay de los pastores…”.
Faltaban pastores. Y los que lo eran, no siempre eran buenos. A Jesús le dolían los malos pastores, porque quien lo pagaba era la multitud. Y lo denunció: “¡Ay de los pastores que dejan perderse y desparramarse las ovejas de mis pastos!”. No lo dijo Jesús. Lo dijo uno de sus grandes profetas, Jeremías, de quien hemos leído unas palabras en la primera lectura. El profeta Jeremías presta su boca a Yhavé (Dios) y éste describe el abandono en que está el rebaño (la multitud) a la vez que se lamenta de su situación, pero también a quien le infunde esperanza, porque Yahvé, su Dios no le va a abandonar.
“y se puso a enseñarles muchas cosas”.
Son las últimas palabras del evangelio que acabamos de escuchar. Cansado y todo (se había ido con sus discípulos a descansar), se puso a enseñarles… No siempre hacía milagros. Con frecuencia sus milagros eran sus palabras. Él había dicho: “No solo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios”, de la boca de Jesús.
Para la semana: Si tenemos hambre…, no olvidemos que la palabra de Jesús también es comida. Tampoco nos olvidemos de orar por buenos pastores en la parroquia, la diócesis, la Iglesia y el mundo.