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Amós 7. 12-15 | Efesios 1, 3-14 | Marcos, 6, 7-13

Jesús vino al mundo enviado por el Padre y Él a su vez envía a los doce (solemos decir: a los apóstoles): “como el Padre me envió así también os envío yo” (Jn 20,21). Jesús lo dice claramente al final de su vida. Lo había ya dicho no pocas veces antes de su despedida final. El evangelio de este domingo nos presenta una de esas ocasiones: “llama a los Doce y comenzó a enviarlos de dos en dos”. Es oportuno que de vez en cuando la comunidad cristiana recuerde estas palabras para actualizar la visión que ella tiene de sus dirigentes y para ayudarlos a ser fieles también a estas palabras, que hablan de sobriedad y entrega.

“Llamó a los que Él quiso” (Mc 3,13)

Jesús, que se relacionaba con las multitudes, supo también escoger a algunos de entre ellas para que estuviesen con Él y para ser enviados en el momento oportuno. Es Él quien llama e invita. No fueron las personas particulares las que determinaron irse con Él. A veces sorprende la facilidad con que los apóstoles (sencillos pescadores generalmente) dejaban las redes (algunos dejaron bastantes más cosas, incluida la familia) y se dejaban “engañar” por Jesús (“os haré pescadores de hombres”). Y le siguieron a seguirle.

La llamada de Jesús tenía una fuerza singular. Como la tiene también actualmente con nosotros.

Una figura sobria y difícil

Y Jesús los llamó para algo. Y les hizo una radiografía: les enviaría a “trabajar” en otro campo que ellos desconocían. En pocas palabras les pintó su futuro. Parecería que Jesús imponía una vida espartana a sus enviados. Era una invitación (mejor un mandato) al menos al parecer muy duro. En otros evangelistas (v. gr. San Mateo: 10, 16) es aún más llamativo el envío: “Mirad que os envío como ovejas en medio de lobos”, les dijo. Probablemente Jesús mismo tenía que utilizar un lenguaje duro para que ellos no se extrañasen cuando se topasen con la realidad. Verían que Jesús no les había engañado al llamarles. Los comentaristas del evangelio suelen rebajar la dureza de estas expresiones del envío, aunque no ocultan que Jesús les llamaba a una vida difícil y sobria.

 “Predicaron que se convirtieran”

A pesar de la dureza del envío, la tarea a desarrollar era la misma con que Jesús había descrito la suya propia al comenzar su vida pública: “Convertíos y creed en la Buena Noticia” (Mc 1,15). Es lo que predicaron los apóstoles. La Iglesia repite estas mismas palabras al comienzo de la cuaresma anual. Y debe ser el mensaje e invitación permanente de los “predicadores”.

Para la semana: Jesús sigue llamando e invitando a todos y a algunos de una manera particular a su “viña”, que es el mundo. ¿Eres consciente de ello?