Génesis 12, 1-4a | 2 Timoteo 1, 8b-10 | Mateo 17, 1-9
En el camino hacia la Pascua de resurrección, es decir, durante el tiempo de cuaresma, se dan momentos distintos. Como en todo caminar. Hay momentos duros: que cansan, que molestan, que debilitan… y hay momentos blandos: que alegran, esperan, desean…
En la cuaresma hay tiempo para las pruebas o tentaciones; y hay tiempos para saborear las victorias (aunque sean pequeñas).
En el centro de unas y otras está siempre la persona de Jesús. Él es el que ilumina el sendero de nuestra vida. Él habla, con palabras y gestos, y a él hay que escuchar, porque sus palabras y sus gestos aseguran cuál es el camino y el destino de quienes confían en él.
Los predilectos de Jesús
Un buen día Jesús se llevó a un “monte alto” consigo a Pedro, Santiago y Juan, sus tres predilectos en los sufrimientos y en las alegrías, en la cercanía de Jesús. Jesús tenía sus predilectos. La predilección no es un capricho; menos aún un olvido de los demás. No a todos se les puede medir por el mismo rasero. No todos tendrán las mismas tareas en la vida, actividad y comunidad de quienes siguen a Jesús. Basta mirar el origen de os tres predilectos para sospechar por dónde andan los predilectos de Jesús.
Y en ese “monte alto”, se transfiguró delante de ellos: su rostro se puso brillante como el sol y sus vestidos se volvieron blancos como la luz. Gozosa y admirable experiencia.
¿Has pensado si estás entre los predilectos de Jesús?
Voces en off
Y en ese monte se escuchó una voz “en off”. Era la voz de los profetas Moisés y Elías, los dos representantes supremos de la historia de Israel: la ley y los profetas, que “hablaban con Él”, con Jesús. Hoy, acostumbrados a la técnica podemos entender mejor que la conversación no tiene porqué realizarse siempre en presencia visible.
También nosotros oiremos (mejor aún: escucharemos) voces “en off” a lo largo de esta cuaresma. Quizá la oigamos hoy.
Jesús es el referente
Moisés y Elías fueron dos personajes muy importantes del Antiguo Testamento. Pero eran solo precursores de Jesús. El bueno de Pedro, que parece encantado de oír conversar a los tres (Moisés, Elías y Jesús) los pone a los tres en el mismo plano. Por eso quiere hacerles a los tres la misma tiende, choza, estancia. La voz en off (Dios), sin reprender a Pedro, le viene a decir: “¡Pedro, hay categorías! Moisés y Elías son dos grandes tipos. Pero Jesús lo es más: “Este es mi Hijo amado, en quien me complazco”. Y está en la historia no para una etapa concreta. Lo está para siempre. Por eso: “escuchadle”.
“No tengáis miedo”
“Al oír esto los discípulos cayeron rostro en tierra llenos de miedo”. A los discípulos sólo se les ocurrió decirse: “Tierra, tráganos”. Realmente esa conversación llamaba la atención incluso a los incultos Pedro, Santiago y Juan. Y su reacción fue espontánea. Fue una reacción normal. Seguramente Jesús se sonrió ante la reacción de aquellos sus apóstoles predilectos. Fue sólo una ráfaga. Pero no se les olvidaría en la vida. San Pedro la recordará cuando escriba su segunda carta a los cristianos (evidentemente ya después de la resurrección): “Nosotros mismos escuchamos esta voz, venida del cielo, estando con él en el monte santo” (2 Pedro 1,18).
Para la semana: Escuchemos en el silencio del corazón estas palabras: “Este es mi Hijo amado; escuchadle”