Si Él vive
eso es una garantía
de que el bien puede hacerse camino
en nuestra vida,
y de que nuestros cansancios
servirán para algo.
Entonces podemos abandonar los lamentos
y mirar para adelante,
porque con Él siempre se puede.
Esa es la seguridad que tenemos.
Jesús es el eterno viviente.
Aferrados a Él viviremos y atravesaremos
todas las formas de muerte
y de violencia que acechan en el camino.