Hechos 4, 32-35 | 1 Juan 5, 1-16 | Juan 20. 19-31
La pandemia que sufrimos ha privado a muchas personas de unas vacaciones en las que otros años había pensado y gustado durante la Semana Santa. Y ha privado a los cristianos de unas celebraciones fantásticas (casi de fantasía) como fueron otros años las celebraciones de Semana Santa. Añorar esas vacaciones y esas celebraciones entra en la dinámica una vida normal.
Seguramente, unos y otros hemos gozado menos estos días que otros años. Hasta hemos gritado menos: ¡”Resucitó, Aleluya…!”. ¡Es que éramos menos! El “aforo” (palabra que se nos ha hecho familiar) lo impedía en parte. Pero también hemos celebrado “la Pascua del Señor y la nuestra” y entramos en el tiempo pascual.
Los primeros creyentes
Los primeros creyentes fueron los apóstoles. Con sus dudas y decepciones. Creer que vivía aquel a quien ellos sabían muerto no era fácil. Pero Jesús, que conocía sus debilidades y a veces sus mezquindades, no los dejó solos, no los abandonó. De diversas maneras les fue abriendo los ojos y los oídos. Oyeron que alguien les decía: “Paz a vosotros”. Era una voz conocida, era la voz de Jesús. Y las dudas fueron cayendo, aunque costó la caída. Con algunos discípulos tuvo que tener más cercanía y decirle: “No seas incrédulo, sino creyente”. Hubo de todo.
Los otros creyentes
Jesús resucitado se preocupó no sólo de sus apóstoles-discípulos. Ciertamente ellos habían estado con Jesús bastante tiempo y eran ellos quienes “merecían” ser los primeros en estar con Él resucitado. Pero no eran los únicos. Jesús, en su vida terrena se había dejado acompañar por los Apóstoles; pero no solo por ellos. También le acompañaban con frecuencia, con mucha frecuencia, personas –generalmente mujeres: pensemos en María Magdalena, por recordar una- que le querían de verdad y que ya habían cambiado y perfeccionado sus vidas con su compañía. También ellas estaban sorprendidas con la resurrección; pero también para ellas el anuncio de la resurrección más que una sorpresa fue una fiesta. Y hay que pensar que unas mujeres se lo fueron diciendo a otras. No era un cotilleo. Era una noticia inesperada y muy querida.
La novedad pascual
Con la resurrección de Jesús se abre la puerta a una vida nueva. Ciertamente a la mayor parte de los judíos no les trajo un cambio de vida. Pero también desde entonces nació una comunidad, un grupo que creyó en Jesús resucitado. Y aunque estos cristianos tenían que padecer las risas de quienes no creían en la resurrección, esa comunidad nació de veras a una vida nueva. Y curiosamente, se hicieron respetar incluso de muchos de los que no creían “en esas cosas”. Jesús se manifestaba algunas veces con acciones sorprendentes. Y algo había cambiado en sus vidas. Eran otra cosa. Y “gozaban todos de gran simpatía”. La primera lectura de este Domingo narra en qué consistió la novedad pascual.
Para la semana: Que la lejanía del tiempo no nos impida ser visitados por Jesús resucitado y responder con una vida siempre nueva