Hechos 8, 5-8.14-17 | Primera de Pedro 3, 15-18 | Juan 14, 15-21
Mientras los apóstoles -como ahora cualquier persona- estaban con Jesús, estaban tranquilos, Él les daba serenidad y mirada al futuro. Podemos decir, en el lenguaje de este Domingo, que estaban tranquilos. Hasta a veces hacían sus gallitos y presunciones. Era normal y comprensible. Las pequeñas reprensiones y no pocas presunciones ante los demás, las llevaban bien.
Una vez desaparecido de la tierra el Maestro, era normal que los Apóstoles pasasen un tiempo como sonámbulos. Estaban desconcertados. A nosotros nos parecerá que no era para tanto. Pero en realidad, era así. Ya no tenían a Jesús. Todo se había acabado. Pensaban ya en las redes de unos pobres pescadores. Pero Jesús, ahora “ausente”, los quería para otros “trabajos”: los trabajos que les vendrían de arriba para trabajar abajo, entregando la propia vida.
En realidad, no era propiamente así. Jesús no se había ido desentendiéndose de ellos. ¡De sobra los conocía a ellos!
“Yo rogaré al Padre”.
Y les dice con naturalidad: “yo rogaré al Padre y Él os dará otro consolador, que estará ya siempre con vosotros”. El hecho de hablar de “otro” consolador ya quiere decir que Él lo había sido antes. Y significa también que no se ha perdido, aunque esté “lejos”. Para Jesús resucitado no hay lejanías, todo lo tiene cercano. Sigue estando con ellos, aunque no le vean como antes. Siguen estando cerca, aunque no lo parezca. Está con ellos el Espíritu de la verdad.
“El Espíritu de la verdad”.
El Espíritu de la verdad no hace referencia directa al conocimiento (saber mucho). El mismo texto del evangelio dice: “El mundo no es capaz de recibirle”. Y da la razón: “porque no le ve ni le conoce”. A los pobres pescadores se les dice: “vosotros le conocéis, porque con vosotros se queda y en vosotros estará”. La verdad de que habla el evangelio es una presencia que no siempre se siente, que se siente incluso en lo que parece abandono, pero que está escondido. Jesús les dijo claramente:
“No os dejaré huérfanos”
¡Excelente expresión vital, sobre todo para los pobres en cualquier circunstancia! Desde la distancia, el Espíritu se hace cercano: habla al oído y al corazón para consolar. Consciente o inconscientemente, el Espíritu habla al corazón a quien permite escuchar con sinceridad,
Para la semana: Prueba estar atento a lo que te dice el Espíritu. No es una broma. El Espíritu no juega.