Hebreos 1, 1-33 | Efesios 1, 17-23 | Mateo 28, 16-20
Una despedida
A todos nos llega en esta vida. Esta vida en el suelo que pisamos no es permanente. Incluso a Jesús le llegó un momento en que dijo: me vuelvo al Padre. Había intimado con un grupo, los apóstoles, pero llegó el momento en que quiso separarse de ellos. Había cumplido ya su misión en la tierra y su presencia visible no entraba más. Quería volver al Padre.
No obstante, antes de subir al Padre, quiso despedirse de sus discípulos más cercanos. Lo habríamos hecho incluso nosotros. Desaparecer dejando amigos en la estacada no era, ni es, de amigos. Y Jesús había dicho en una ocasión: “A vosotros llamo amigos”.
La Ascensión del Señor
Así titula esta fiesta la liturgia de este domingo. Y ha prendido en el pueblo este día. Quiere despedir a Jesús, quizá con pena. Habría preferido retener a Jesús entre ellos y presidiendo él mismo una celebración. Pero no era eso lo que quería Jesús. Jesús se siente llamado ya por el Padre y decide “subir” al Padre. El pueblo quiere despedirle con fiesta. Se junta la pena y el entusiasmo. Ambos pueden tener lugar en la vida del cristiano.
“Se me ha dado todo poder”
Llama la atención que Jesús se despidiese con estas palabras. No era el estilo de Jesús. Jesús se había presentado muchas veces con otras palabras. Quizá fue oportuno despedirse con este poder para mantener en los discípulos, el pueblo, una tarea que todavía no todos habían descubierto en Jesús.
“Haced discípulos a todos los pueblos”
Esto le preocupaba más a Jesús ya dejada la tierra. Durante tres años había trabajado directamente Jesús. Había “predicado” en tierra conocida y en pueblos mejor conocidos aún. Sabía de su tarea dura, pero querida por el Padre. Había tenido que afrontar dificultades, insultos, desprecios… hasta la muerte. Esto mismo les espera a sus seguidores. Los discípulos, los seguidores no son más que el Maestro. Ya en otras situaciones Jesús había dejado caer palabras parecidas.
“Yo estoy con vosotros todos los días”
Y esto, “hasta el final de los tiempos”. Jesús no se va a cansar. Ni siquiera ahora que se encuentra junto al Padre. Él no olvida a nadie; mucho menos a quienes quieren seguirle en circunstancias tan distintas, no sólo en el tiempo y en las situaciones, cuanto en el olvido de ese Jesús resucitado que quiere acompañarlos.
“Algunos dudaron”
Tuvo que ser fuerte oír estas palabras del Maestro. Esto no se lo esperaban los discípulos. Pero Jesús, no se lo escondió. La verdad por encima de todo. Cuando leemos estas palabras, salidas de la boca de Jesús resucitado, no es para temblar, pero sí para preocuparse, para conocerse y para decidirse a un tiempo de vida no siempre fácil.
Para la semana: larga y difícil es la tarea del seguidor de Jesús, larga y difícil, pero hermosa. No dudemos de Jesús resucitado, aunque no lo veamos con nuestros pequeños ojos.