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Malaquías 3, 19-20ª | 2º Tesalonicenses 3, 7-12 |Lucas 21, 5-19

La vida de Jesús, a quien hemos seguido a lo largo de los domingos, llega al fin, pero al fin de la vida del mismo Jesús (que esto puede haberse dado en la Semana Santa, incluida la resurrección). Aquí se trata más directamente de lo que solemos llamar “fin del mundo”. Los más “simpáticos” (que los hay, y es oportuno que los haya), procuran vivir el presente, el nuestro.

El templo de Jerusalén

Quizá no se encontraba un lugar más apropiado que el templo de Jerusalén para que Jesús hablara. Jesús habló en los más diversos lugares. Y entre los más frecuentados, no contaba precisamente la explanada del Templo de Jerusalén. Pero tampoco huía de la explanada del Templo de Jerusalén. A Jesús le interesaban más las personas que los lugares, aunque todo tenía muchas veces un sentido especial.

El evangelio de hoy presenta a Jesús en esa explanada. El Templo de Jerusalén llamaba la atención, aunque quizá no todos se detenían a admirarlo. Hoy el evangelio nos describe una presencia de admiradores, aunque parece que no eran muchos. Y los describe así: “Algunos estaban hablando del Templo, de la belleza de sus piedras y de los exvotos que lo adornaban”.

Habla Jesús

También el Templo, la explanada del Templo, podía ser oportuno para hablar. Y Jesús, ni corto ni perezoso, sin que nadie le diera vela en ese entierro, dijo: “Llegará un día en que no quedará piedra sobre piedra de todo eso que estáis viendo. ¡Todo será destruido!”. ¡Era para ver las caras de los oyentes!  Atrevido Jesús, parecía lo menos que habríamos dicho muchos, incluso quienes hemos oído que el lenguaje, seguramente apocalíptico, tiene que escucharse con cuidado.

Peticiones sin contestar

Seguramente, los que miraban al Templo, no le dieron mucha importancia a las palabras de Jesús. Sí se la dieron los discípulos. Estos, más asustados que otra cosa, se atrevieron (¡estar con Jesús para ellos era como estar en casa, en familia) a “preguntarle”: “Maestro, ¿Cuándo sucederá todo esto, y cómo sabremos que esas cosas están a punto de ocurrir?”. Jesús contestó.

Dos palabras importantes.

Jesús le dio importancia a la pregunta de sus amigos, de sus discípulos. No todo era fácil de entender en el Maestro Jesús. Tampoco lo era ahora. No obstante, les dejó dos palabras importantes, aunque no fáciles:

“No os dejéis engañar”

Si las palabras atrevidas de Jesús tuvieron que causar espasmo, éstas, seguramente no lo eran menos. Y Jesús les previno: “Vendrán muchos en mi nombre, diciendo… No les hagáis caso”. No, charlatanes, no.

“No os asustéis”

Quizá la palabra asustados es demasiado fuerte para describir el miedo en quienes echan una mirada al propio futuro, para muchos ya cercano. Pero sociológicamente parece verdad. Todas las dificultades pueden ser superadas menos la última. Y esa la vemos, más o menos lejos, pero la vemos.

Para la semana: El Adviento está al caer. La mejor preparación por la entrada en el Adviento es una buena salida del año que termina, litúrgicamente