Hechos 34ª. 37-43 | Colosenses 3, 1-4 | Juan 20, 1-9
Celebramos el día principal de nuestra fe –la Resurrección de Jesús- en un ambiente muy particular, atípico que nos acompaña desde hace unos meses y nos invita a seguirlo durante… los meses que sea. Esto, que llamaremos “contexto de la resurrección 2020”, no es accidental. El cristiano se mueve siempre en un ambiente normal, que no siempre es idéntico. Forma parte de ella y en ella se mueve y se mueven aquellos con quienes comparte la fe. El día más importante de todo el año litúrgico no podía hacer oídos sordos a la vida y palabra de Jesús.
Un contraste
Celebramos la vida en tiempo en que la muerte nos rodea todos los días. Es preciso seguir, aunque sea un poco desde lejos, la experiencia de nuestro tiempo, las estadísticas sobre los problemas. Afortunadamente al seguir esta experiencia podemos conocer tantas cosas buenas, tanta solidaridad sobre todo con quienes peor lo están pasando. Pero también es verdad que topamos con altas estadísticas de muertos y tantas familias que viven esas muertes en condiciones humanas terribles. Seguramente no es fácil celebrar la Pascua de Resurrección incluso en un escenario como nos vemos obligados a hacerlo. También el escenario de la Pasión ha sido muy distinto del que estamos acostumbrados, al tener que renunciar a tantas expresiones de fe y costumbres cristianas.
La Resurrección habla de vida
Celebrar la Resurrección de Jesús en este contexto no debiera impedir, sin embargo, seguir celebrando este recuerdo de Jesús resucitado.
¡Jesús ha resucitado! ¡Nadie lo esperaba! María Magdalena se acercaba al sepulcro como nos acercamos todos al sepulcro de un ser querido: aun muerto, nuestro ser querido reclama a sus hijos, hermanos, amigos… Le visitan. La resurrección de Jesús asustó a María Magdalena: le habían matado a su Señor y ni siquiera lo encontraba ya muerto. ¡Cómo era posible tal cosa! ¡Ella no podía vivir sin Jesús!
“Se han llevado del sepulcro al Señor y no sabemos dónde le han puesto”
María Magdalena corre a comunicarlo a los apóstoles. La presencia de esta mujer intrépida es significativa. Incluso si atendemos sólo a lo que literalmente leemos. Jesús se había dejado acompañar en su predicación de un grupo de mujeres que le fueron fieles hasta el final de su vida. Más aún, hasta después de “muerto”. Es decir, aun “muerto” Jesús, María Magdalena (seguramente acompañada de otras mujeres, pues habla en plural: “no sabemos”) sigue cercana a Jesús. Y así lo comunica a los apóstoles (Pedro y Juan).
El puesto de la mujer en la Iglesia gana muchos enteros con esta experiencia femenina junto al sepulcro del Resucitado. Si una mujer lo anunció a los apóstoles, y ellos le hicieron caso (Pedro y Juan se pusieron en camino al sepulcro), su presencia en la comunidad cristiana deberá estar atenta a la mujer, con frecuencia más atenta a la presencia del Resucitado.
Para la semana: Semana de Pascua, presencia de Jesús Resucitado en un mundo de muerte. ¡Da que pensar! Y una mujer “echó a correr” para anunciar al Resucitado.