En este momento estás viendo «SI SOLAMENTE AMÁIS A LOS QUE OS AMAN…»

Levítico 19, 1-2.17-18 | 1ª Corintios 3, 16-23 | Mateo 5, 38-48

 

Terminamos con el capítulo 5 del evangelio según san Mateo. Merece la pena volver con frecuencia a él. El “sermón” de Jesús al gentío y en la montaña tiene una profunda y difícil enseñanza cristiana también en nuestro tiempo. Es toda una confrontación entre la historia precristiana y la cristiana. Jesús lo expresaba así: “Oísteis que se dijo…, yo en cambio os digo…”. Se necesitaba valentía.

La valentía de Jesús.

Toda confrontación es difícil de decir y de asumir. No es un desprecio a lo que le ha precedido; pero sí es una novedad profunda. “Predicar”, como hizo Jesús, frente a la historia que le había precedido y abrir una puerta distinta y tantas veces contraria, y hacerlo frente a aquellos que solo conocían lo antiguo exige valentía, aunque se presente de manera suave.

La dificultad en los oyentes.

Hay que reconocerlo: tanto para aquel gentío como para los seguidores de Jesús, que le acompañaban, aquellas palabras, y más que palabras, tuvieron que sonar como truenos. Quienes lo “leemos” ahora, nos estremecemos con frecuencia y no sabemos por dónde tirar. Esas palabras suenan demasiado fuertes a los oídos y, con frecuencia, no se sabe cómo aceptarlo, aunque se quiera aceptar como palabras de nuestro maestro, que sigue siendo Jesús, en nuestro tiempo.

Un cambio radical

Así se expresaba Jesús: “Habéis oído que se dijo: ojo por ojo y diente por diente. Pero yo os digo: a quien te pida, da; y al que desee que le prestes algo no le vuelvas la espalda”.

Lo hemos dicho y oído con frecuencia. Y casi no nos hemos atrevemos a decirlo, porque se llena la cabeza de interrogantes. No sabemos bien cómo reaccionaba el gentío. Lo sospechamos, pero no pasamos de ahí. Si literalmente dijo Jesús lo que San Mateo transmite, es difícil de saber. Como cristianos creemos que el contenido fue ese.  Y es difícil de asumir. Y hasta dónde.

Las últimas palabras de Jesús.

Jesús guardó lo mejor para el final. Así sonaron las palabras de despedida: “Habéis oído que se dijo: Amarás a tu prójimo y odiarás a tu enemigo. Pero yo os digo: amad a vuestros enemigos… Porque si amáis a los que os aman, ¿qué recompensa vais a tener? ¿No hacen eso mismo también los publicanos?”.

Esto sonaba y suena duro. Pero Jesús terminó su predicación así: “Vosotros sed perfectos como es perfecto vuestro Padre celestial”. Éstas palabras  acompañarán siempre nuestras relaciones con los demás. Basta recitar el Padre nuestro: “perdónanos… como nosotros perdonamos”.

¿Era Jesús un ingenuo?

Leyendo las palabras de Jesús transmitidas por San Mateo, no faltan quienes saltan en nuestro tiempo: “Ese Jesús era un ingenuo. Hoy diríamos que no sabía de la misa la media. Aquí le quería yo ver”, etc.

Nosotros, cristianos, preferimos decir: “Ese Jesús era verdaderamente el Hijo de Dios”. Jesús sabía lo que decía. Y hasta se atrevió a decir al Padre cuando pendía de la cruz: “Perdónalos porque no saben lo que hacen”.  Jesús no era un ingenuo.

Para la semana: Trataré de leer y meditar partes del Capítulo 5 del evangelio de san Mateo.