Isaías 11, 1-10 | Romanos 15, 4-9 | Mateo 3, 1-12
Un año más iniciamos un camino de encuentro con quien es verdadero camino de nuestra vida: Jesús. Ahí le encontraremos nada menos que en un pesebre. Ahí le tendremos sin hacer milagros. Llorando como cualquier niño. Muy humano.
Dos personajes
Sí, dos personajes para el tiempo de Adviento: Juan Bautista y “aquel que viene”.
Juan Bautista
Juan Bautista es rudo. Se enfrenta con quienes cree que lo merecen. Les grita: “raza de víboras…”. Y otras lindezas parecidas.
Lo suyo es el desierto. Donde pueden darse voces y todo está permitido. Se desahoga. Pero, a pesar de su filípica, sabe que él no es la última palabra en una sociedad bastante desordenada y furiosa. Las cosas no se cambian con gritos y cosas parecidas. Al menos no es el mejor método. Todo ello no es más que “agua”, agua y no de conversión. Puede calmar la sed en un momento, que volverá de nuevo en un momento.
En nuestro tiempo también encontramos Juanes bautistas. Son menos “furiosos” (a veces, no obstante, son más furiosos). Pero también gritan. Y son duros. Presumen de significar algo en la sociedad, pero, con frecuencia, la destrozan. Juan Bautista estaba cristianamente sin hacer. Como nos sucede frecuentemente a nosotros. Nos faltan muchas bendiciones, muchas bondades.
“El que viene”.
Está todavía tapado. Juan Bautista no da su nombre. Pero lo presenta. Con menos palabras y sin gritos, pero con cierto conocimiento. Es más fuerte que él (que Juan) y confiesa que no merece llevarle las sandalias. No le está despreciando. Todo lo contrario. Tiene conciencia -quizá todavía solo atisbos- de quién es y cómo se hace presente. Ya desde niño, porque aparece con la inocencia del niño. Pero, al mismo tiempo, con una fortaleza especial: Espíritu y fuego, dos palabras muy evangélicas que intentaremos familiarizar poco a poco. El Adviento es corto, pero… puede decirse que resulta suficientemente largo si lo tomamos con ilusión. No se da a entender como nosotros quisiéramos. Pero Juan Bautista le describe ya con suficiencia. Es “Espíritu y fuego”.
Para la semana: Vamos caminando a Belén. Es un camino largo. A veces se hace pesado. Los villancicos, no obstante, lo han hermoseado profusamente y se hace con viveza. No olvides los villancicos. Son compañeros agradables en este caminar al pesebre.