En este momento estás viendo «YO SOY EL BUEN PASTOR»

                                                 Hechos 4, 8-12

                                                 1 Juan 3, 1-2

                                                 Juan 10, 11-18

Jesús no se cansó de hablar a quien quiso oírle. Unos le escucharon y otros no. Jesús tenía conciencia de a qué había venido a la historia. Y cuando llegó el momento de presentarse al pueblo, no lo rehuyó.

Y supo hablar al pueblo con palabras muy sencillas para ese pueblo.

En la de este domingo se escuchan palabras que todo el pueblo conocía: “oveja, lobo, pastor, ladrones, salteadores,

Ovejas y pastores.

El pastoreo, en sus múltiples expresiones, ha sido, y sigue siendo, una tarea amplia en la humanidad. Basta echar una mirada para darse cuenta de ello. Jesús cuando habló a la gente no tuvo reparo en utilizar la palabra “oveja”. La oveja tuvo una amplia presencia en el pueblo.

“Yo soy el buen pastor”.

No todos los que tenían título de pastores eran buenos pastores. También los había que abandonaban a sus mismas ovejas si veían venir a quien podía maltratar a sus propias ovejas.

Jesús no tuvo reparo en decir de sí mismo: “yo soy el buen pastor”, e indicar lo que conlleva el ser buen pastor: “El buen pastor da su vida por sus ovejas”, mientras que el asalariado, si ve venir al lobo, abandona las ovejas y huye”.

Para la semana: En la sociedad -no sólo religiosa, sino también civil- los buenos pastores son imprescindibles. Oremos por ellos.